

Los pobres animalitos que conocemos acá como “minks”, o en castellano correcto como visones, nunca la han pasado bien. Estos inocentes mamíferos se asemejan a los ratones, pero son muy apreciados por su piel, que viene en varios colores: blanco, gris y negro. Siempre los han sacrificado por montones para vestir a muchas mujeres durante el invierno de países norteamericanos, europeos, y también en nuestro crudo invierno tropical. Hubo una época en que sus pieles se pusieron tan de moda que un abrigo de mink podía costar $25,000, todo por representar un símbolo de estatus social. Recuerdo vívidamente el comentario mordaz de mi amigo e insigne compositor Amaury Veray, cuando en una reseña de los años sesenta, acerca del Festival Casals, escribió “… y desfilaban las damas con sus hermosas pieles de verano”.
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