Fernando Cabanillas
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Nacemos con fecha de expiración, pero… ¿la podemos retrasar?

Hace tiempo que los científicos están intentando “hackear” el proceso de envejecimiento para poder reprogramar las células envejecientes de manera que pasen a un estado más joven. Ya existen medicamentos llamados senolíticos que ayudan a las ratas geriátricas a mantenerse jóvenes y vigorosas mucho después de que sus contemporáneas han muerto. Por ejemplo, la rapamicina, un medicamento utilizado para prevenir el rechazo de órganos después de un trasplante, aumenta la esperanza de vida de los ratones hasta un 60%, y estos ratones longevos fueron muy saludables y felices.

¿Y qué tal ha sido la experiencia con los humanos? ¿Será posible replicar los resultados de las ratas? En los últimos 100 años nuestra esperanza de vida se ha duplicado. Un puertorriqueño hoy día se supone que viva 78 años, pero cálculos conservadores estiman que un bebé que nace hoy vivirá hasta los 90. Este logro ha sido posible gracias al descubrimiento de fármacos como los antibióticos, las medicinas para la presión alta, la insulina para la diabetes y los tratamientos para el cáncer. Sin embargo, hay quien estima que con los futuros tratamientos antienvejecimiento, un bebé que nace hoy podría vivir hasta 200 años.

Se calcula que hasta 2050 el número de personas de 60 años o más se duplicará hasta los 2,000 millones globalmente. (Archivo)
Con lo que se está logrando en cuanto a reprogramarnos para no envejecer, no hay razón para que en un futuro no podamos vivir 120 años o más, escribe Fernando Cabanillas.

Cada día queda más claro que el envejecimiento es un proceso bioquímico manejable, controlado totalmente por ciertos genes y sus señales bioquímicas. Cada gen humano contiene un promedio de 1,000 pares de nucleótidos, que son las unidades básicas del ADN compuestas por “letras químicas”. Cada una de nuestras células tiene en su interior más de seis billones de estas “letras” las cuales componen un texto que contiene las “instrucciones” obligatorias para el buen funcionamiento celular. Estos datos los conocemos hace tiempo, pero aunque muchos lo desconocen, también sabemos con certeza que el 8% de esas instrucciones provienen de algunos virus que nos infectaron a nosotros, los humanos, hace millones de años, introduciendo su material genético foráneo en nuestro ADN.

Lo que sí desconocíamos es algo que personalmente encuentro fascinante: ese material genético ancestral de los virus “desempeña un papel fundamental en el envejecimiento”, según el científico español Juan Carlos Izpisua, coautor de un estudio que comprueba esto y que acaba de publicarse en la prestigiosa revista Cell. Este material genético usualmente está en un “estado durmiente”, pero puede despertarse y entonces desencadenar el proceso de envejecimiento. En células humanas envejecientes, Izpisua y sus colaboradores encontraron que el retrovirus de nombre HERVK, integrado al ADN humano, está activado y despierto, por ende puede producir unas partículas que al llegar a otras células más jóvenes, las induce a envejecer. Estas partículas que nos envejecen se pueden bloquear mediante el uso de anticuerpos neutralizantes. Izpisua sugiere que el bloquearlas “podría ayudar tanto a mejorar el curso de muchas enfermedades, como a un envejecimiento más saludable”. Propone utilizar un procedimiento conocido como plasmaféresis, por medio del cual una máquina filtra la sangre del paciente. Según él, “la sangre pasaría por un filtro de anticuerpos que eliminaría las partículas nocivas del virus”. Asegura el Dr. Izpisua que dentro de las proximas dos décadas podremos prevenir el envejecimiento.

Naturalmente que todo tiene un costo y no me refiero al costo económico, que también va a ser alto. Me refiero al aumento en las enfermedades crónicas y degenerativas. La edad avanzada se asocia con un mayor riesgo de cáncer, enfermedades cardíacas, Alzheimer, diabetes tipo 2, artritis y enfermedades pulmonares. Si lográramos reprogramar nuestras células de manera que podamos vivir más, debemos asegurarnos de que esos años adicionales de vida sean tan felices como los de los ratones tratados con los medicamentos senolíticos. Pocas personas quisieran vivir más si eso significa años de infelicidad.

Poniendo estos elementos algo filosóficos a un lado, hablemos ahora de lo que se está logrando con los humanos en cuanto a reprogramarnos para no envejecer. No hay razón para que en un futuro no podamos vivir 120 años o más. Si la francesa Jeanne Calment, la mujer más longeva del mundo, murió a los 122, significa que esta meta es manifiestamente factible. Y son muchos los inversionistas que así lo creen. Un sinnúmero de ellos está apostando billones de dólares. Estos inversionistas provienen de todos los ámbitos de la vida, desde criptomillonarios hasta la familia real saudí. Izpisua dirige uno de los tres institutos de Laboratorios Altos, una compañía nueva multinacional con un presupuesto excepcional de $2.7 billones. En su nómina cuenta con cuatro Premios Nobel.

El interés en este tema es tal, que si Ponce de León resucitara hoy, no solo defendería y protegería su estatua en San Juan, sino que seguramente invertiría una cuantiosa cantidad de dinero en busca de su legendaria fuente de la juventud.

En este momento ya se están realizando ensayos clínicos de medicamentos antienvejecimiento. Uno de los primeros ensayos lo llevó a cabo un farmacólogo, Dr. Gregory Fahy, director científico de la compañía Intervene Immune. Él decidió investigar la hormona del crecimiento, después de leer un estudio que describía que se puede regenerar el timo de una rata administrándole esa hormona. El timo es una glándula importante del sistema inmunológico que se encuentra frente al corazón. Esta glándula produce unos glóbulos blancos que consideramos primordiales y que son conocidos como células T, cuyo rol es combatir las infecciones y el cáncer. El timo comienza a deteriorarse con la edad, y cuando cumplimos 50 años ya ha desaparecido, convirtiéndose en grasa. A los 60 años, la cantidad de células T disminuye rápidamente y la función del sistema inmune se deteriora.

Fahy conocía de un estudio en ratas que demostró el potencial de la hormona del crecimiento en rejuvenecer el timo. Trató de crear conciencia sobre el potencial de esta hormona en humanos, pero no tuvo mucho éxito en interesar a otros en llevar a cabo estudios clínicos. Fahy decidió él mismo comenzar el primer estudio clínico en humanos, diseñado para revertir el envejecimiento, usando la mencionada hormona en nueve sujetos. El propósito del estudio conocido como TRIIM, fue investigar la posibilidad de prevenir o revertir los signos de envejecimiento en hombres de 51 a 65 años, la edad que precede al colapso del número de células T. Las pruebas de sangre demostraron que después de administrar la hormona, la producción de células T aumentó y la grasa del timo disminuyó, pero lo más sorprendente es que después de un año de tratamiento los sujetos bajaron un promedio de dos años en su edad biológica, medido por lo que se conoce como el reloj epigenético. En otras palabras, rejuvenecieron.

El famoso y ya difunto humorista Bob Hope comentó que “tú sabes que te estás poniendo viejo cuando las velas de tu bizcocho de cumpleaños cuestan más que el mismo bizcocho”. Bob Hope murió a los 100 años. Si hubiese vivido hasta los 200, el dinero invertido en velas no solo se hubiese duplicado, sino que se hubiese quedado corto el tamaño del bizcocho.

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