La vacunación contra la influenza y otras enfermedades cuya prevención es posible mediante la inoculación constituye una herramienta que adquiere hoy relevancia mayor como parte de las medidas para enfrentar mejor la pandemia del COVID-19 en Puerto Rico.

Prevenir exige un alto sentido de responsabilidad y disciplina para procurar mantenerse en condiciones saludables y evitar complicaciones que pongan la vida en riesgo o dejen consecuencias indeseables, como altos costos en servicios médicos o efectos secundarios de la enfermedad a mediano y largo plazo.

Ahora que se avecina el periodo navideño a la par que la temporada de influenza, lo más prudente es redoblar las medidas que han probado ser efectivas para evitar contagios: el uso adecuado y constante de la mascarilla, mantener distancia física de otras personas y lavado de manos frecuente. Pero, además, se recomienda evitar las actividades sociales y familiares que, según datos del sistema de rastreo han sido el principal foco de infección. Es preciso recordar que la isla, como el resto del mundo, vive un periodo de excepción.

En tal sentido, es importante facilitar el diagnóstico clínico, ya que el COVID-19 provoca algunos de los síntomas que también presenta la influenza. Si una persona está vacunada, ayuda a despejar dudas. De ahí el valor de la campaña de vacunación masiva, coordinada por la entidad VOCES Coalición de Inmunización y Promoción de la Salud, con el apoyo del Departamento de Salud y la Guardia Nacional. El esfuerzo, que utilizará la modalidad de servi-carro, tiene la meta de vacunar unas 100,000 personas antes del 31 de noviembre.

Líderes prominentes de la comunidad médica han alertado sobre un aumento de pacientes con COVID-19 que ha sido necesario ubicar en unidades de cuidado intensivo en los hospitales de la isla. Este indicador, sumado al informe de que han comenzado a atenderse en esas instituciones pacientes en condiciones de salud más deterioradas por la cepa del coronavirus, ofrece información para que cada ciudadano procure la máxima protección de su salud.

Aunque importantes investigaciones científicas sobre el COVID-19 están en progreso, todavía se desconoce mucho sobre este virus de potencial letal. De lo que recién se ha documentado, se confirma que puede viajar en el aire a más distancia de lo estimado antes, y que puede acumularse en ambientes cerrados o con pobre ventilación.

Hasta el miércoles, había contagiado a más de 38 millones de personas en todo el mundo y ha causado 1,088,463 muertes - casi el 20% de ellas, en Estados Unidos. En Puerto Rico, según los números oficiales hasta ayer, se han perdido 742 vidas por el virus. Los contagios superan los 27,000 casos con casi igual cantidad de casos probables. Además se han identificado 140 brotes activos. El COVID-19 no discrimina. Ayer trascendió que el secretario de Salud, Lorenzo González, se ha sumado a la lista de contagiados, lo que provocó que la gobernadora Wanda Vázquez decidiera aislarse por haberse reunido recientemente con el funcionario.

Aunque al principio se creyó que el virus enfermaba con mayor severidad a los adultos de edad avanzada y con padecimientos de salud, ahora se constata que también niños y jóvenes mueren o quedan con complicaciones como secuela. De los datos recientes, destaca que en la isla el 64% de las personas infectadas está entre los 20 y 49 años, aunque la mortalidad sigue siendo mayor en personas de más de 70 años. La mayoría de los contagios se ha localizado en cinco municipios del área metropolitana - San Juan, Bayamón, Carolina, Guaynabo y Caguas - lo que se atribuye, en parte, a la densidad poblacional y a que se cumple menos con las restricciones a lugares y actividades de socialización.

Todo es indicativo de que la emergencia por el COVID-19 representa una amenaza sumamente seria. Por ello, mientras no exista una vacuna ni tratamientos de resultados probados, es deber de cada persona protegerse al máximo. Al hacerlo, ayudará a evitar la propagación de una pandemia que ha costado demasiado en vidas y recursos.