“El 2 de enero, mientras esperaba que el nuevo gobernador Rafael Hernández Colón me recogiera, sentí profunda tristeza porque las derrotas siempre contrarían la sensibilidad. Me quedé contemplando la mansión ejecutiva... y comprendí que esa no era mi casa ni la casa de nadie, sino el hogar de la democracia de nuestro pueblo… Yo he gestado mi vida luchando por la democracia y en ese momento tenía que probar mis convicciones. Comprendí que tenía que abandonarla con la misma libertad de espíritu con que entré en ella”.
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El Ejecutivo no ha respondido a la altura del nefasto precedente
Nota de archivo
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