La posibilidad de un eventual retorno de funciones militares a Roosevelt Roads, en medio de las tensiones entre Estados Unidos y el régimen de Nicolás Maduro, vuelve a colocar en primer plano el futuro de la antigua base naval en Ceiba. Más allá de lo que ocurra con ese ángulo geopolítico, lo cierto es que el debate resulta propicio para retomar con urgencia un plan de desarrollo económico y social que beneficie a los pueblos del Este.
Esa región concentra los efectos más severos de la recesión. En Ceiba, el 41.5 % de la población vive bajo el nivel de pobreza, según el Censo 2020, y la tasa de desempleo se ha mantenido en torno al 12 %, de acuerdo con el Plan de Recuperación Municipal de 2019. En Naguabo, el índice de pobreza alcanza un alarmante 54.2 %, según el perfil socioeconómico de Data USA (2023). En Fajardo ronda el 39 %, mientras que en Luquillo uno de cada tres residentes sobrevive bajo el umbral de pobreza, ambos de acuerdo con estimados del Censo 2020. Estas cifras superan con creces el promedio de la isla y reflejan con crudeza la falta de empleos estables, el cierre de fábricas, la precariedad de los servicios médicos y el deficiente transporte marítimo hacia Vieques y Culebra, factores que han dejado al Este atrapado en el rezago y el abandono.
Durante seis décadas, desde 1943 hasta marzo de 2004, Roosevelt Roads fue un bastión militar de Estados Unidos en el Caribe. Ese año, tras la salida de la Marina de Vieques, cesaron las operaciones y los terrenos —unas 9,300 cuerdas— quedaron sin uso. En 2013 se transfirieron al gobierno de Puerto Rico, con la promesa, hasta ahora incumplida, de convertirse en motor económico para el Este.
El potencial de Roosevelt Roads no es una quimera. Empresas como Starwood Property Trust han puesto sobre la mesa proyectos concretos, como la marina y el complejo ecoturístico SW Puerto Beach, que incluyen un hotel, 300 residencias y un puerto recreativo. Igualmente, la pista aérea de 11,000 pies ha despertado interés en iniciativas aeroespaciales. En logística y manufactura, Clark Realty llegó a presentar un plan de $3,200 millones que prometía hasta 30,000 empleos, frustrado por la ausencia de infraestructura básica. Estos ejemplos prueban que existen condiciones para atraer inversión, pero la inacción gubernamental ha torpedeado las oportunidades.
La ubicación privilegiada convierte además al área en un eje natural para el turismo de naturaleza y cultura, con acceso directo a Vieques y Culebra, reservas ecológicas y el Bosque de El Yunque. El Corredor Ecológico del Este abarca unas 3,000 cuerdas de terrenos entre Luquillo y Fajardo. Alberga hábitats esenciales para especies en peligro como el tinglar, el manatí antillano y varias aves migratorias. Sus bosques costeros, humedales y arrecifes de coral lo convierten en un reservorio único de biodiversidad en el Caribe.
Al mismo tiempo, cualquier estrategia debe contemplar vivienda mixta y accesible que permita retener a trabajadores y profesionales en la región. Roosevelt Roads, en suma, reúne todos los elementos para ser el motor de un desarrollo diversificado y sostenible. Las condiciones de cómo se desarrollan hoy los conflictos bélicos, con nuevas tecnologías y armas guiadas a larga distancia por mecanismos de última generación, quizás no requieren de una utilización física intensa de esas facilidades, por lo que un uso mixto —privado, público y militar— no resulta del todo incompatible.
El país no puede seguir desperdiciando este potencial. Los fondos federales asignados tras el huracán María y los proyectos de infraestructura energética y de agua constituyen un punto de partida que debe ser gestionado con visión estratégica. Roosevelt Roads no puede convertirse en un espacio sujeto a respuestas cortoplacistas, sino en el eje de un nuevo desarrollo revitalizador que genere empleos estables, diversifique la economía y proteja el valor medioambiental del Este.
El gobierno central y la Autoridad para el Redesarrollo de Roosevelt Roads tienen la responsabilidad impostergable de coordinar recursos, atraer inversión y ejecutar proyectos que trasciendan los ciclos políticos. Puerto Rico necesita que ese espacio deje de ser un monumento al abandono y se convierta, al fin, en un símbolo de futuro.