Los resultados de La Encuesta de El Nuevo Día son una campanada de alerta para la administración de Jenniffer González. A casi un año de su llegada a La Fortaleza, apenas un 17% aprueba su gestión y más de la mitad la desaprueba. No se trata de un simple traspié estadístico, sino de la constatación de la debilidad de un gobierno que no ha logrado traducir su capital político —tras un cómodo triunfo en las urnas— en una dirección clara ni en resultados tangibles.
El cuadro reprobatorio sobre el desempeño de la primera ejecutiva no solo evalúa su ejecución individual: refleja también una percepción crítica frente al equipo de gobierno. La Asamblea Legislativa tampoco escapa a los malos resultados. Tomás Rivera Schatz, convertido en una voz crítica de la gestión de su compañera de partido, recibe más desaprobación que apoyo entre los encuestados.
El dato más alarmante, sin embargo, es el del ánimo del país. Cuando se preguntó cómo iban las cosas en Puerto Rico, una mayoría abrumadora respondió que iban “bastante mal” o “muy mal”. Entre quienes han sufrido apagones (un 86% de los encuestados), un 83% opinó que la situación general va mal. Una expresión contundente del sentir diario de los puertorriqueños.
Con una promesa de transformación, Jenniffer González derrotó en primarias a Pedro Pierluisi y reencantó a su partido. Hoy, sin embargo, su administración transmite una cierta complacencia y carece de un ingrediente esencial para el éxito de la gestión: una agenda nítida de trabajo. De acuerdo a lo documentado por La Encuesta de El Nuevo Día, los votantes que esperaban dinamismo perciben, en cambio, un gobierno entrampado en pugnas internas y con visibles tareas pendientes. La gobernadora, por lo recién observado, no ha conseguido proyectar resultados ni acciones que atiendan los grandes dolores de los puertorriqueños.
Es un paso acertado que la gobernadora ha reaccionado de forma receptiva ante la percepción de los ciudadanos. En tal sentido, resulta atinado su compromiso de comunicar mejor las gestiones y logros de su administración.
El ánimo social cuando se levantó la encuesta era particularmente sombrío. Más de 200,000 abonados permanecían sin agua potable por la avería del Superacueducto; persistían los apagones eléctricos; se multiplicaban las diatribas entre la Autoridad de Energía Eléctrica, LUMA, el “zar” energético y La Fortaleza vetaba la esperada eliminación del impuesto al inventario. A ello se sumaba la amenaza de recortes federales del presidente Donald Trump sobre programas sociales como el PAN. En ese contexto, cualquier gobierno habría pagado un costo emocional, pero uno que prometió resultados rápidos lo paga aún más caro. Una lección que servirá para moderar las promesas de campaña de cualquiera que pretenda un cargo de elección popular.
La gobernadora debe atender el estado de ánimo del país. Los apagones ya no se perciben como fallas técnicas, sino como un símbolo de ineficiencia estructural. Encadenan, como hemos expresado en estas páginas, malestar doméstico, sobrecostos comerciales y frustración económica. La gente no distingue entre LUMA, la Junta o Washington: el enojo se concentra en La Fortaleza. A eso se suma el fuego amigo desde la Legislatura y errores autoinfligidos por el propio gobierno.
Todo ese cuadro explica el colapso de expectativas que refleja la encuesta: más de la mitad de los puertorriqueños cree que su gestión ha sido peor de lo esperado y apenas un 14% le da una nota alta. Pero la historia enseña que los gobiernos que reaccionan a tiempo pueden revertir el curso. Esta evaluación debería ser el punto de partida para adoptar medidas urgentes: reorganizar su gabinete para recuperar credibilidad técnica, fijar una agenda legislativa de reformas y ejercer un liderazgo visible que devuelva la energía que se apreció al inicio del cuatrienio.
En Puerto Rico, la política se ha vuelto un maratón sin meta: hay una incomprensible ansiedad por correr pensando en la futura elección y no se construye para el próximo año. Aún puede romperse ese ciclo. Es hora de gobernar con firmeza y dejar que los resultados hablen.

