“Desde la Antigüedad hasta el siglo XIX, digamos durante más de veinte largos siglos, el papel de las abogadas fue tan reducido que su recuento cabría en el fondo de un dedal. La abogacía era, sencillamente, oficio de varón, y a toda mujer que osara abogar por sus derechos, o por los derechos de otros, se la tildaba de ‘desvergonzada’. Así de dura era la cosa”.
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Mujeres desvergonzadas
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