Editorial
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Un país que  se reconoce en sus mujeres

28 de diciembre de 2025 - 11:10 PM

Como una forma de destacar el rol de la mujer en la sociedad puertorriqueña, Magacín de El Nuevo Día, cierra el año reconociendo a mujeres que, desde múltiples disciplinas y trayectorias, forman parte esencial del entramado de valores, acciones y ejemplos que definen el carácter extraordinario de nuestra gente y su capacidad de transformar e inspirar.

En Puerto Rico, más de la mitad de la población está compuesta por mujeres. Representan aproximadamente el 52.6 % de los residentes del archipiélago -unas 1.68 millones de personas-, una mayoría que no solo define la demografía del país, sino también su pulso cotidiano, su memoria colectiva y su porvenir.

Las mujeres puertorriqueñas están presentes en todas las etapas del ciclo vital. Desde las niñas y adolescentes que se movilizan por un futuro mejor; las mujeres en plena adultez productiva que sostienen hogares, aportes profesionales y redes de apoyo esenciales y las mujeres mayores, cuyo bagaje constituye la zapata de todas las generaciones. No es casualidad que la proporción de mujeres mayores de 65 años supere a la de los hombres. Su presencia es un componente clave para comprender el presente, proyectar el futuro de nuestra sociedad y construir una herencia vital para Puerto Rico.

Las diez mujeres reconocidas, escogidas este año por un selecto jurado convocado por el equipo de Magacín, no responden a un solo perfil ni a una definición estrecha de éxito. Algunas han alcanzado espacios de poder tradicionalmente vedados; otras han forjado liderazgos desde la creatividad, el servicio, la resiliencia o el cuidado. No todas son profesionales en el sentido convencional, pero todas realizan labores encomiables y, en muchos casos, insustituibles. En ellas conviven los múltiples rostros de la mujer boricua: creadora, científica, ejecutiva, madre, cuidadora, atleta, activista y educadora.

Mónica Monserrate, tras años de disciplina en una industria altamente competitiva, ha llevado la escenografía y el diseño de producción puertorriqueños a escenarios de escala internacional, demostrando que la excelencia técnica y la sensibilidad cultural pueden dialogar con Hollywood sin perder identidad. Ejemplo de ello es su espectacular puesta en escena para uno de los eventos del año: la residencia de Bad Bunny en el Choliseo.

Deborah Martorell, tras años de divulgación científica y servicio público, hizo historia al convertirse en la primera mujer puertorriqueña astronauta, acercando la ciencia y transformándola en un horizonte posible para toda una generación.

Roselyn Sánchez, luego de una carrera consolidada frente a las cámaras, asumió el riesgo creativo de dirigir y producir, abriendo espacio a nuevas narrativas femeninas y reafirmando que la reinvención también es una forma de liderazgo.

Deborah Maldonado transformó una experiencia personal marcada por la violencia en una vocación de servicio sostenido, acompañando a otras mujeres en procesos de salida, sanación y reconstrucción, y convirtiendo el dolor en acción colectiva.

Maritza Abadía alcanzó la cima de un sector históricamente dominado por hombres tras décadas de preparación y constancia, rompiendo techos de cristal en la banca puertorriqueña y consolidándose como referente del liderazgo femenino en las finanzas.

Maricarmen “Tuti” Bou ha construido, paso a paso, una trayectoria ejecutiva en la industria musical global, combinando intuición artística y estrategia empresarial para influir en la cultura desde espacios donde pocas mujeres han tenido voz decisoria.

Mayreg Rodríguez ha trabajado desde dentro para transformar la cultura del sector de alimentos, promoviendo la inclusión femenina y demostrando que el liderazgo también se ejerce creando oportunidades para otras.

Paola Rivera ha hecho del saxofón una herramienta de visibilidad, educación y ruptura de estereotipos, inspirando a niñas y jóvenes a ocupar escenarios musicales históricamente masculinizados.

Gloria Viscasillas Aponte, a través de Echar Pa’lante, ha acompañado a cientos de personas —especialmente mujeres— en su camino hacia el emprendimiento, convencida de que el desarrollo económico también puede ser un acto de justicia social.

Y Liz López Berríos, desde el deporte y la maternidad, ha demostrado que la fortaleza física y emocional pueden entrelazarse, convirtiendo cada kilómetro recorrido en un mensaje de resiliencia, amor y ejemplo.

Juntas, estas diez mujeres no conforman un molde único, sino un mosaico profundamente humano. En sus historias se reconoce una imagen plural de la mujer puertorriqueña: diversa,firme, solidaria, creativa y generosa.

En esta época navideña y a las puertas de un nuevo año, este reconocimiento aspira a ser más que una celebración. Es, sobre todo, un gesto de esperanza y un recordatorio de que, incluso en tiempos complejos, Puerto Rico continúa encontrando su fuerza en mujeres que, desde distintos caminos, sostienen el presente y abren nuevas avenidas hacia un mejor futuro.

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