Lo cierto es que esta vez quería que nos ofrecieran el espectáculo completo; tenía ganas de que me mintieran de verdad; anhelaba la foto oficialista con casco y sonrisa frente a las calderas de Palo Seco, escribe Cezanne Cardona Morales
Lo cierto es que esta vez quería que nos ofrecieran el espectáculo completo; tenía ganas de que me mintieran de verdad; anhelaba la foto oficialista con casco y sonrisa frente a las calderas de Palo Seco, escribe Cezanne Cardona Morales
Es una pena que ni la cercanía de Halloween emplazó la vanidad de Jennifer Granholm -la secretaria de Energía de Estados Unidos- para que se tomara un selfie frente a las principales centrales eléctricas en su visita a Puerto Rico. Y digo pena, pero bien podría decir melancolía caribeña, porque me imaginé a Granholm como una versión tropical y baby boomer de Holly Goligthly en Desayuno en Tiffany’s de Truman Capote, pero esta vez bajándose de una negrísima guagua Lincoln frente a los portones de la Central Eléctrica Palo Seco, vestida con blusa, pantalón y una pamela federalizada, gafas oscuras y “crocs”, cargando en el hombro una sillita de playa plegable -parecida a un carcaj-, y desayunando un croissant con café mientras contempla la central eléctrica; las calderas, el laberinto de tubos mohosos, el humo blanquísimo saliendo a borbotones como bloqueador solar “Coppertone”, y dejando que las lucecitas rojas que parpadean en el cucurucho de las altísimas chimeneas metálicas le susurren algo sobre ingeniería -porque ella apenas es abogada- y de electricidad Granholm sabe lo mismo que los diamantes aburridos que descansan detrás de la vitrina en una joyería. De fondo musical -está de más decirlo- sonaría una de esas omnipresentes canciones de perreo místico, que académicos de la lengua comparan con la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, y oscilan entre el capitalismo salvaje, el machismo chic y el socialismo pop.
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