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prima:Venezuela: niños migrantes, familias rotas

A la destrucción de lo tangible que se ha producido en Venezuela se suma la destrucción de lo intangible, como por ejemplo, las condiciones físicas y la potencialidad de millones de niños y jóvenes, escribe Miguel Henrique Otero

19 de diciembre de 2021 - 2:00 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.
Fotografía de archivo del 9 de mayo de 2020 de una mujer cargando dos contenedores de agua en el barrio pobre de Petare, en Caracas, Venezuela, durante una cuarentena ordenada por el gobierno para reducir los contagios de coronavirus. Para muchas personas en todo el mundo afectadas por la pobreza o la guerra, el simple acto de lavarse las manos es un lujo. (The Associated Press)

A la destrucción de lo tangible que se ha producido en Venezuela ―devastación de la industria petrolera, pero también de las empresas privadas que fueron expropiadas; de las infraestructuras educativas y de la salud; del sistema eléctrico y de la telefonía básica; de plazas, calles, puentes, carreteras y autopistas; de los bienes que son patrimonio artístico, arquitectónico o cultural―, a toda esa destrucción habría que agregar la otra rama, probablemente de mayor calado, más sustantiva y menos visible, mucho más compleja y difícil de cuantificar, dispersa y esquiva, que es la destrucción de lo intangible. Insisto: la destrucción de los bienes intangibles de la sociedad venezolana, por parte del régimen de Chávez y Maduro.

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