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"No estoy loca, esto es algo real"

A pesar de que una de cada 7 mujeres lo experimenta, la depresión posparto sigue cargando un estigma social que limita la búsqueda de ayuda

30 de noviembre de 2015 - 12:00 AM

Pocas cosas se idealizan tanto como la maternidad. Y no es para menos, después de todo la imagen de una mujer embarazada o de una madre con su recién nacido es, sin duda, la mejor manera de mirar la esperanza a los ojos. De ahí que el embarazo y la llegada al mundo de una nueva vida sea uno de los eventos más celebrados en todas las culturas.

Si estás embarazada, todos te recordarán cuán bendecida eres y te advertirán que pronto debes sentirte como la mujer más feliz del mundo. Pero... ¿qué sucede si en lugar de alegría sientes frustración, coraje, cansancio, miedo, desánimo?

Para la mayoría de las mujeres suceden dos cosas: culpa y vergüenza. La sociedad ayuda poco, hay un estigma: una madre infeliz no es una buena madre. Habrá quienes despachen el malestar como "changuería" o quienes lo minimicen como algo pasajero. Pero la depresión posparto es real y, aunque en Puerto Rico no existen estadísticas precisas, el estimado mundial indica que afecta de un 15 % a un 20 % de las mujeres que dan a luz y en los Estados Unidos afecta a una de cada 7 madres.

Sin embargo, no fue hasta el 1994, que se incluyó en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), herramienta indispensable para psicólogos y psiquiatras. Y no fue hasta la última edición (DSM-5) que se especificó que podía ocurrir tanto durante el embarazo como luego del parto.

Carmen H. Resto Osorio (51), lo vivió por dos años. Llegó a pesar 78 libras y se vio tan mal que sus amigas se reunieron con ella para insistirle en que debía buscar ayuda. Incluso, llegó a estar hospitalizada durante una semana tras colapsar en su casa.

Todo comenzó durante el embarazo. "Yo fui una madre tardía porque tuve a mi hija a los 38 años y pensaba que lo iba a tener todo bajo control, pero tuve problemas con el embarazo, la niña fue prematura. Tuve que dejar de trabajar, mi esposo viajaba mucho por trabajo y vivo en un campo aislada. Ahí se me revolcaron las emociones", recuerda.

"Yo empecé a acumular como una rabia, siempre tenía como un disgusto. Me decía a mí misma: ¿Qué es esto? ¿Esta es la maternidad? ¿Esto es lo que yo quería? Yo veía que todo el mundo seguía con su vida y mi vida había cambiado tanto. Empecé a tener todos esos pensamientos atípicos en mí, que siempre estoy contenta. Yo estaba llorando todo el día, pensaba que le iba a hacer daño a mi hija, que me iba a caer por las escaleras", ejemplifica acerca de las emociones que superó pero tardó en identificar.

Desde el 2009, la psicóloga clínica Marianela Rodríguez se especializa en casos como este y explica que los indicativos principales para el diagnóstico están en la intensidad y en la duración de los síntomas que oscilan del llanto frecuente a las ideas suicidas. Otros se enmascaran, porque es de esperarse que una mujer recién parida sienta cansancio extremo e insomnio. También hay que tener en cuenta los cambios hormonales, factor que no debe afectar más allá de las tres semanas. De hecho, la literatura reciente reconoce como el periodo pico entre el cuarto y el sexto mes posparto.

El entorno social es indispensable. "Cuando no encuentras ese apoyo, no buscas tratamiento, no te estás validando. No reconoce [la depresión posparto] como una condición externa a ella y personaliza los síntomas. Dice, esto soy yo", describe la psicóloga, toda vez que recuerda un hecho del que se habla muy poco. "La maternidad trae mucha pérdida para la mujer, desde su identidad, lo económico, su cuerpo, cambian los sueños, las prioridades. Es una transformación y no le damos ese valor. Al parir nada sigue igual, y está bien, pero hay que reconocerlo".

Todo esto suena muy familiar para Gisela Overby Jenedi (34), quien necesitó terapia psicológica durante dos años para superar la depresión posparto. "Me daba vergüenza porque te ven como débil. La terapia me hizo sentir más normal. Pude ver que no estoy loca, que esto le pasa a muchas mujeres", dice con candidez la mujer, que llegó a pensar "que no pertenecía a este mundo, que mi hijo estaba mejor sin mí".

"A todas las mujeres les digo que busquen ayuda, porque la hay, nadie se tiene que enterar", dice consciente del mito de la "súper mujer", que hace que muchas se nieguen a aceptar que tienen un problema, y mucho menos a pedir la ayuda porque incluso la bendición más grande, como toda belleza, tiene su sombra.

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