Nota de archivo: este contenido fue publicado hace más de 30 días.

El Laboratorio de Fitopatología y Cultivo de Tejidos ubica en el Jardín Botánico de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras.
El Laboratorio de Fitopatología y Cultivo de Tejidos ubica en el Jardín Botánico de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras. (Gerald López Cepero)

Aunque el refrán “cosechas lo que siembras” puede aplicarse a distintas facetas, es probable que los agricultores le adjudiquen un significado particular de su faena diaria labrando la tierra. Mientras su labor no se reduce a ese único factor, expertos en patologías de las plantas reconocen que es fundamental sembrar semilla sana en suelo saludable para producir una cosecha de calidad.

Con esto en mente, el recién inaugurado Laboratorio de Fitopatología y Cultivo de Tejidos en el Jardín Botánico de la Universidad de Puerto Rico (UPR), en Río Piedras, es origen de investigaciones que redundan en prácticas útiles para el manejo de cultivos y enfermedades, una ayuda que llega directamente a manos de agricultores locales, particularmente del área norte y noreste.

Martha Giraldo, investigadora principal del laboratorio y catedrática del Departamento de Ciencias Agroambientales, explicó que uno de los proyectos recientes consistió en “poner a prueba una metodología para el control de manejo integrado de plagas” en los cultivos de apio, principalmente en Barranquitas y Orocovis, donde se concentra la producción de este tubérculo, que se ha visto afectado por falta de control de pudrición.

El cultivo del apio ha decaído significativamente, de 58,000 quintales que se produjeron en 1983 a 5,852 en el 2000. Datos provistos por el Departamento de Agricultura precisan que, aunque la producción fluctuó en años más recientes hasta un máximo de 17,214 quintales (2013), comenzó a decaer para el 2016, cuando solo se cosecharon 3,025. En el 2017, se registró una producción de 6,279 quintales, para una aportación económica de $600,000.

Con el propósito de dictar un diagnóstico sobre las siembras de Barranquitas y Orocovis, investigadores realizaron pruebas de campo utilizando semillas de los cultivos enfermos y prácticas de manejo integrado, entre estas, uso de plantas cobertoras, aplicación de composta y rotación.

Tras varios experimentos, descubrieron que la causa de la enfermedad del apio derivaba de la herida que dejaban los nematodos –un tipo de parásito– en la raíz, provocando la entrada de hongos. Luego, concluyeron que para optimizar la salud de los cultivos no solo era necesario mejorar la calidad del suelo, sino también la calidad de la semilla.

Con la aportación de semilla saludable de un agricultor de Jayuya, realizaron nuevas pruebas de control en Barranquitas que resultaron exitosas. “Al final, tuvimos cero pudrición, o sea, que pudimos recuperar producción y además recuperamos la semilla”, resaltó Giraldo.

Ahora, la investigación en el laboratorio se enfoca en aplicar métodos de cultivo de tejidos y de micropropagación de plántulas de apio mediante biorreactores de inmersión temporal que permitan escalar la producción de material libre de enfermedades. Esto redundaría en una mayor producción de semillas saludables.

Nuevas exploraciones 

Previamente ubicado en Corozal, el laboratorio es una extensión de la Estación Experimental Agrícola de la UPR en Mayagüez, y da soporte a la Clínica de Diagnóstico de Plagas y Enfermedades de Plantas en ese municipio.

Giraldo adelantó que pronto comenzarán a realizar experimentos para estudiar la Sigatoka negra, enfermedad común del guineo y el plátano causada por el hongo Mycosphaerella fijiensis, como parte de un proyecto de la estudiante graduada Ashley Avilés, junto a la doctora Lydia Rivera.

Para esto, se hizo una colecta de hongos en toda la isla para analizarlos en el centro de microscopía del laboratorio bajo métodos de fluorescencia que permitan monitorear la infección y evaluar la transformación del patógeno en la planta, con el propósito de entender los procesos de virulencia (su carácter nocivo).

“Lo que queremos es entender un poco la infección de Sigatoka y qué métodos podemos utilizar de control”, indicó Giraldo, quien añadió que, aunque este tipo de investigación es “básica”, sentaría protocolos que sirvan de base para estudios más aplicados.

Sobre el fin de este y otros proyectos, dijo que buscan impulsar soluciones prácticas e inmediatas entre agricultores para sacarle mayor provecho al terruño y evitar que siga decayendo el consumo de productos locales en la isla.

“En Puerto Rico, tenemos la mayor cantidad de diversidad en suelos en el mundo, tenemos 10 de los 12 tipos de suelos presentes y tenemos mucha área para sembrar desaprovechada. Tenemos, por ser una isla tropical, la posibilidad de producir alimento todo el año. Casi todos los productos que consumimos en nuestra tienda diaria, los podríamos consumir en la isla, por eso pienso que tenemos mucho que hacer en cuanto a agricultura… pero se está empezando”, afirmó Giraldo.


💬Ver comentarios