11 de agosto de 2025 - 11:10 PM
Por aire, mar o tierra. Por donde quiere que se mire, la ciudad canadiense de Quebec es una fiesta para los sentidos. Sus abundantes bosques, la gran variedad de flores, su fauna y sus lagos cautivan a los viajeros en cualquier temporada del año, pero prepárese si va en otoño, porque lo recibirá un espectáculo visual como en pocas ciudades.
Para enamorarlo más, la ciudad más antigua de Canadá y capital de la provincia de Quebec, (fundada en 1608 en la ribera norte del río San Lorenzo), es elegante, artística, fácil de recorrer y ¡muy romántica! Todo ese conjunto combinado a la perfección, donde tampoco faltan excelentes opciones de la gastronomía internacional, la hace idónea para ir una y otra vez.
Soy afortunada al haberla podido visitar en varias ocasiones, mayormente en cruceros y dos de esas veces, en pleno otoño. Allí las hojas cambiantes, en colores violetas, amarillos y rojos, pueden fácilmente quitarle el protagonismo a muchas de las estructuras arquitectónicas de la “nueva Francia”, que son de por sí muy hermosas.
El francés Jacques Cartier fue el primer europeo en desembarcar en Quebec en 1534, aunque el también francés, Samuel de Champlain, fue quien la fundó oficialmente en 1608. Sus calles estrechas, en su “Ciudad Vieja o “Vieux-Quebec”, son una invitación a caminar, y sus tienditas, especialmente en el distrito y la calle de Petit-Champlain, son una tentación que no se pueden pasar por alto.
En esa calle encontrará desde fantásticos trabajos artesanales de maestros vidrieros, hasta pinturas, escultura y joyas hechas a mano, algunas verdaderas obras de arte (y costosas), pero hay para todos los presupuestos.
En esa misma Petit-Champlain, encontrará también un pequeño parque, que en otoño decoran con elementos de la temporada, incluyendo de Halloween. También está la escalera Casse-Cou, un curioso nombre que se traduce como rompe hueso porque se dice en los años de su estreno, fueron muchos los que se cayeron allí. Al pie de la escalera está la casa Louis-Julliet, construida por el explorador del mismo nombre, y en cuya planta baja puede abordar el funicular, que es una de las atracciones de la ciudad y te lleva a la Terraza Dufferin.
Las escaleras son una curiosidad en Quebec, dada su geografía accidentada, por lo que encontrará casi 30 de ellas, incluyendo la de Cap Blanc, la más larga, con 398 escalones.
Otros lugares en los que podrá detenerse son el Fresco de los Quebequenses, pintado en 1999 para honrar a las personalidades históricas de Quebec, una obra en la que otras cosas podrá ver los hermosos colores otoñales mezclados con su arquitectura y símbolos de la ciudad, como sus carruajes tirados por caballos.
Si quiere hacer su recorrido por algunos de los lugares más importantes, puede caminar o irse en carruaje. Podrá ver las fortificaciones y la Ciudadela de la parte histórica, que es Patrimonio de la UNESCO, admirar la bellísima Basílica-Catedral de Notre Dame, la Plaza de Armas, Plaza Real, el Edificio del Parlamento o ver el Chateau Frontenac, un símbolo de la ciudad, que es un hotel Fairmont, inspirado en los Castillos del Loira de Francia. Ubicado en un lugar alto, desde su plazoleta (no necesita ser huésped), puede tener un impresionante vistazo de la ciudad, y si está allí al atardecer, será una experiencia inolvidable. Casi al lado está el obelisco, el monumento más antiguo de la ciudad.
Para tener la experiencia otoñal completa, debe visitar el Cañón de Santa Ana y las Cascadas de Montmorency, ambos cerca de la ciudad. Igualmente, la Ile de Orleans, una isla donde hay viñedos y puede recoger manzanas, y el Parque Nacional de Jacques Cartier, todos lugares donde verá el despliegue de colores de la temporada y donde disfrutará de los escenarios naturales más bellos de la región. En la misma ciudad, el parque “Llanuras de Abraham”, es imperdible para deleitar la vista. Una actividad que está en nuestra lista para la próxima visita otoñal es el avistamiento de ballenas jorobadas, de las que se dice, esa es la mejor temporada para verlas.
Para comer, un plato simple y sabroso es el Poutine, con papas fritas y queso, pero es tentador comprar miel de arce, (Canadá es uno de los mayores productores del mundo y Quebec es la principal productora del país).
Si viaja en avión desde el aire podrá divisar las montañas y bosques con el impresionante foliage otoñal, pero eso es un vistazo efímero. Si llega en crucero, tendrá todo un recorrido, (usualmente desde Nueva York y Boston-Nueva Inglaterra), para disfrutar de un paisaje inolvidable durante casi toda la travesía. Aunque la temporada estelar del cambio de hojas puede variar, usualmente a finales de septiembre y principios octubre, son buenas fechas para navegar. Independientemente de cómo viaje, dedíquele varios días, y si repite, hágalo en temporadas distintas. Dicen que el invierno es como sacado de una postal.
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