Casa Lercaro en La Orotava, Tenerife.
Casa Lercaro en La Orotava, Tenerife. (amalia gonzalez)

Al recorrer Tenerife de norte a sur es necesario bordear su perímetro para evitar el poderoso macizo montañoso del Teide que vertebra y pivota la isla desde su centro. Es entonces cuando reconocemos eso que tanto te dicen cuando llegas, que es tierra de impresionantes contrastes y peculiaridades.

Hagamos un breve recorrido por algunos de los lugares más bellos del norte de esta cálida isla, la más grande de las siete y que visitamos poco antes del devastador incendio forestal que el pasado agosto arrasó gran parte del norte de la isla, de este a oeste, quemando a su paso a más de 15,000 hectáreas.

El Teide, una de las maravillas del mundo, no solo es la cima más alta de España y de cualquier tierra del océano Atlántico, sino que es la tercera estructura volcánica más alta y voluminosa del planeta, después de las dos de Hawái, y el pico más alto más próximo al mar.

Destino turístico más visitado de todo Tenerife y el parque natural más visitado de Europa, el Teide, inició su formación hace unos 170,000 años tras el deslizamiento de otra formación volcánica, aún mayor que el actual, que permanece sin erupcionar desde 1798.

Por su imponente altitud, historiadores y aventureros de los siglos XV y XVI identificaron estas islas atlánticas con los restos de la Atlántida y el Teide con el Monte Atlas, siendo las islas Canarias las partes más altas de continente hundido y durante la época de expansión europea su faro se utilizaba como señal de navegación por el océano Atlántico tanto por navegantes españoles, portugueses y británicos.

La campaña de floración en el Parque nacional del Teide comienza con las flores rojas del tajinaste, natural de la isla de Tenerife, que pueden alcanzar los tres metros de altura y que se dan por las bases pedregosas de las laderas a partir de los 2,000 metros de altura sobre el nivel del mar. EFE/Cristóbal García
La campaña de floración en el Parque nacional del Teide comienza con las flores rojas del tajinaste, natural de la isla de Tenerife, que pueden alcanzar los tres metros de altura y que se dan por las bases pedregosas de las laderas a partir de los 2,000 metros de altura sobre el nivel del mar. EFE/Cristóbal García (EFE)

Tenerife fue creada por la erupción de múltiples volcanes y aunque el Teide domine en lo más alto, no es el único que puebla la Isla. Actualmente inactivos, Adeje, al sureste; o Abeque, al noreste de la isla, han sido las zonas volcánicas más activas, la última erupción fue en 1909 en el volcán de Chinyero, en la cumbre de Abeque, y duró diez días.

Muy cerca, la cumbre del volcán de Samara, un paisaje lleno de contrastes, un recorrido entre verdes pinos canarios que supieron aclimatarse, y crecer sobre esta tierra yerma, pero desde donde disfrutamos de los atardeceres más rojizos con el omnipresente emblema del Teide como telón de fondo.

Sin olvidarnos de la Cueva del Viento, una cavidad volcánica enclavada en el barrio de Icod de los Vinos, cuyo nombre se debe a las impresionantes corrientes de aire que se producen en su interior, el quinto más largo del mundo tras los cuatro primeros del archipiélago de Hawái y que constituyen una enorme red laberíntica de pasadizos subterráneos con ramificaciones aun sin explorar.

Anaga, La Laguna y Candelaria

Vista general desde uno de los miradores del Parque de Anaga, al noreste de la isla de Tenerife, Reserva de la Biosfera. Foto: EFE (Amalia González)
Vista general desde uno de los miradores del Parque de Anaga, al noreste de la isla de Tenerife, Reserva de la Biosfera. Foto: EFE (Amalia González) (amalia gonzález)

Otro de los lugares de obligada visita en Tenerife es el Parque rural del macizo de Anaga, situado en el prominente saliente que la isla marca en su noreste, una de las zonas con mayor diversidad natural y paisajística concentrada de la isla que cuenta con una extensa red de caminos y carreteras que acercan al visitante hasta sus principales puntos de interés como el Sendero de los Sentidos entre exuberantes bosques de laurisilva, también llamados de selva templada, propio de climas húmedos y cálidos. Conviene parar en sus numerosos miradores y disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece esta Reserva de la Biosfera.

Muy cerca de Anaga, llegamos a San Cristóbal de La Laguna, la primera y antigua capital de la isla, único caso de ciudad colonial, carente de amurallamiento exteriores del mundo, y la ciudad que mejor conserva, y en tan poco espacio, su pasado colonial. Un buen número de casonas y palacios del siglo XVII y XVIII a lo largo de un trazado lineal de calles -en llano- que otorgan una marca distintiva a esta ciudad universitaria, la de mayor solera y abolengo, y primera en ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

Nuestro siguiente destino es Candelaria, a unos 17 kilómetros de la capital, Santa Cruz, con su basílica, la de Virgen de Candelaria, patrona de las siete islas, seña de identidad de todos los canarios y de gran devoción en toda Hispanoamérica.

Este es el famoso Drago milenario de Icod de los Vinos, Tenerife, considerado el árbol más antiguo de su especie, entre 800 y 1000 años de antigüedad. Foto: EFE (Amalia González)
Este es el famoso Drago milenario de Icod de los Vinos, Tenerife, considerado el árbol más antiguo de su especie, entre 800 y 1000 años de antigüedad. Foto: EFE (Amalia González) (Amalia González Manjavacas)

La Orotava, ciudad empinada

Hacia el oeste llegamos a La Orotava, situada sobre el pronunciado valle que forma el Teide en su caída hacia el mar, localidad tranquila y cálida conocida por sus bellas calles empedradas y empinadas y por sus balcones típicos de madera. Uno de los mejores ejemplos de esta arquitectura canaria es la conocida por la Casa de los Balcones, o casa Fonseca, construida en 1632. Cerca llegamos a Casa Lercaro, también del XVII, uno de los mejores ejemplos de arquitectura canaria levantada por aristócratas orotavenses. Su buena conservación no solo ha hecho de ella uno de los mayores atractivos de la villa, sino que, además, se utiliza como escenario para rodajes de películas y series.

Cerca está el Molino de Gofio, uno de los trece que se construyeron para aprovechar el desnivel del terreno. El gofio, uno de los alimentos clave en la gastronomía de Canarias, es una harina realizada a partir de diversos cereales tostados, principalmente, trigo, maíz o millo.

El Puerto de la Cruz, ciudad costera a cuyos pies se desarrolla un auténtico vergel en el que se pueden encontrar todo tipo de plantas autóctonas, recogidos en el Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, un tesoro del siglo XVIII, construido a instancias del rey Carlos III, es un  remanso de paz para pasear y relajarse.

Las mejores vistas de Puerto de la Cruz y del valle de la Orotava se obtienen desde el Mirador de Humboldt.

Como la gran mayoría de las playas tinerfeñas, la situada bajo los acantilados Martiánez es de arena negra, el famoso Lago Martiánez, complejo de ocio pionero en la isla, destaca por sus amplias piscinas de aguas saladas, una zona jalonada con terrazas y jardines, obra de César Manrique, todo un referente en las Canarias.

Y, por último, Icod de los Vinos, al noroeste, municipio muy conocido por la calidad de sus vinos, ser los cultivados a mayor altura de Europa, y por albergar uno de los emblemáticos iconos de Canarias: el Drago Milenario más grande y antiguo del mundo, al que se le calcula entre 800 y 1,000 años de vida.

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