Jonathan Miranda fue sincero. El ejecutivo del sello disquero Rimas Music Entertainment, junto a su socio Noah Asadd y su mayor cliente, el artista de música urbana Bad Bunny, entendían que cuando trajeron de vuelta a los Cangrejeros de Santurce al Baloncesto Superior Nacional (BSN) -como franquicia de expansión- la temporada iba a ser un cuento de hadas.