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Las plazas de cada uno de los municipios de la isla han sido históricamente el centro neurálgico de actividad social y económica desde que los españoles fundaron pueblos a lo largo y ancho de Puerto Rico. Se podría decir que esos espacios son el corazón y el alma de cada uno de los pueblos.
Fueron esos espacios tan importantes para el desarrollo de los habitantes de cada región, que se pueden encontrar en los 78 municipios de la isla, lo que quiso plasmar el artista Eric Tabales en su más reciente exposición “Puerto Rico: un homenaje a nuestra historia”.
Esta puesta abre al público el viernes, 17 de marzo en el Museo de las Américas del Viejo San Juan, institución que celebra su 30 aniversario. “El intento de la exhibición es robar el corazón de cada uno de los pueblos y mostrarlo como una pintura en acuarela, pero que tiene elementos nostálgicos que, esperemos, transporte a cada una de las personas a esos recuerdos en su memoria”, explicó Tabales, reconocido artista plástico puertorriqueño con una impresionante trayectoria.
Todos aquellos que visiten la exposición podrán disfrutar de 78 piezas de un tamaño de 16″ x 20″, que representan a todos los pueblos, además ocho piezas más grandes, con un tamaño 30″ x 40″, con una estampa representativa de los ocho distritos senatoriales en la isla.
Inicio inesperado
A pesar de lo que podría parecer, este inmenso proyecto comenzó por pura casualidad, donde se unieron un sinnúmero de elementos que llevaron a su creación. Según contó Tabales, a principios de 2018, en los meses posteriores al desastre causado por el paso del huracán María por Puerto Rico, el artista decidió reencontrarse con varios de sus amigos. De esa manera, quedó en ir a desayunar con una buena amiga que vive en el pueblo de Cidra. Una vez llegó hasta allí, se sentó en un banco a esperar a que llegara su amiga. Mientras esperaba, al ver que ella se retrasaba, sacó una libreta de acuarela, junto con varios pinceles y varios tubos de pintura, y comenzó a pintar.
“Me sentí tan a gusto en ese momento que, después de comer con mi amiga, me despedí de ella, pero regresé nuevamente a la plaza. Trabajé aquella primera pieza con gran calma y eso me dejó con las ganas de seguir”, explicó el escultor criado en Vieques. “Entonces se me ocurrió qué tal vez sería una buena idea usar la crisis que estábamos viviendo para sacar algo positivo, visitando y pintando las plazas de todos los pueblos de la isla. Creo que todo eso me sirvió de terapia entre tanto caos, porque me ayudaba a respirar y era un tipo de catarsis”.
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El ímpetu que le puso Tabales a este proyecto, lo llevó a completar unas 12 piezas cuando finalizó el 2018. Sin embargo, a principios del 2020 llegó la pandemia y, luego de poner una leve pausa a las obras, sirvió como el escape perfecto para salir de la casa y completar los municipios que le faltaba por visitar. Eso sí, encontró las plazas de los pueblos desiertas y sin mucha vida. No fue hasta el verano del 2022, cuando Tabales completó la colección completa.
Tanto el huracán como la pandemia sirvieron, de manera indirecta, en la manera en que el pintor plasmó su arte en el papel. “Estas piezas poseen muy poco color, algo que va a la par con la nostalgia enorme que sentía en ese momento. Son acuarelas que tienen tonos claros que parecen fotografías pintadas antiguas. La exhibición es muy nostálgica, tanto así que pienso que es un homenaje, quizás una especie de despedida o de duelo a esa etapa de mi vida”, añadió el autor de los vitrales que engalanan la parte posterior del Museo de Arte de Puerto Rico. “Hoy estamos aquí y mañana no sabemos dónde y ya este artista tiene 60 años y está un poco cansado. Visitar todos los pueblos, fue algo agotador realmente”.
Una técnica que utilizó en todas estas piezas fue la de polvorear vidrio pulverizado por encima del papel de acuarela, algo que le da un aire “mágico” a las obras. “El polvo de vidrio que utilizo es brilloso y cuando está sobre el papel parecen piedras preciosas, similares a un diamante”, explicó el artista. “Con ese vidrio, las piezas adquieren un aspecto nostálgico. De hecho, cuando veo la exhibición en vivo me envuelve en una magia tremenda. He tenido experiencias con personas que me han dicho ‘déjame ver tal plaza’ y cuando saco la pieza y la enseño, se emocionan y se le aguan los ojos”.
El uso de vidrio es algo que ha estado presente durante toda la carrera de este artista que, irónicamente, estudió un bachillerato en Biología en la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras. “Cuando era estudiante en la UPR, donde estudié química, descubrí que el vidrio es sal de mar y eso es algo que me identifica un montón”, detalló. “Por eso, en mis obras empecé a utilizar el vidrio en todas sus manifestaciones. Como si estuviera tratando de decirle a mi gente, ‘soy costeño y a orgullo, yo soy de aquí y todo se oxida’”.
Esa oxidación de la que hace referencia este maestro del arte, además de estar presente en sus obras más reconocidas, se ha convertido casi en un elemento en su vida que le ha mostrado la manera en la cual debe vivir y comportarse ante variadas situaciones.
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“La imagen del óxido yo no la veo como la gente lo ve normalmente. Comencé a apreciar belleza en él y la transformación misma de la vida a través del óxido y hasta cierto punto representa de dónde yo vengo”, compartió el profesor de arte y artista residente de la Universidad Central de Bayamón. “Una de las cosas más importantes que he aprendido con los años, es que la vida es como el proceso de oxidación. Realmente nos vamos oxidando desde que nacemos y terminamos en una transformación con la muerte. Si no conocemos la belleza del proceso, no la podemos admirar en otra forma. Esta vida es solo un viaje”.
Una vida movida por el arte
Algo que llama la atención de este talentoso artista puertorriqueño es la pasión con la que la que trabaja y con la que se entrega a la hora de iniciar un proyecto. Pero, más allá de eso, el arte es el combustible que alimenta su cuerpo y sana su alma. “Pintar para mí no es un trabajo, es mi pasión de vida. Inclusive, mis ataques de ansiedad, mis ataques de pánico y mi estrés, los canalizo por medio de un lápiz, de un pincel o de una brocha. Es la manera en que logro entrar en esta comunión de balance y armonía. Si no tuviera eso, mi vida sería un caos”, añadió el pintor. “A veces me levanto a las 2:00 o 3:00 de la mañana y me voy al taller, que está en el patio de mi casa. Me siento en la oscuridad y empiezo a gestar. Porque me lo pide el espíritu, me lo pide el alma y no puedo aguantarme. Siempre ha sido así desde que niño, porque todas mis energías se canaliza a través del arte y no hay otra forma de hacerlo”.