

30 de septiembre de 2018 - 7:45 AM
“Yo no quiero que me quieran; quiero que me respeten”, dijo una vez Myrna Báez, la pintora y grabadora que acaba de morir. Reclamaba así su autonomía personal y el valor de su trabajo, más allá de toda condescendencia acomodaticia. Sus palabras la definen: son extraordinarias viniendo de una mujer puertorriqueña nacida en los años treinta, cuando el anhelo de las mujeres era (sigue siéndolo para muchas) ser aceptadas, ateniéndose a las circunstancias prevalecientes. No estaba dispuesta a que le impusieran nada: ella sentaba las pautas del juego. Por eso merece el respeto de todos.
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