

18 de julio de 2025 - 3:28 PM
Cuando se introdujeron las restricciones de líquidos en los puntos de control de la la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA), adscrita al Departamento de Seguridad Nacional (DHS), en todo Estados Unidos en 2006, los contenedores se llenaban con botellas de agua, pasta dental, crema de afeitar y mucho más.
Casi dos décadas después, los viajeros están mucho más familiarizados con las normas “3-1-1” que regulan el tamaño de los líquidos que se pueden llevar en el equipaje de mano, pero todavía es común ver a pasajeros bebiéndose una bebida rápidamente antes de pasar por los escáneres de seguridad.
Por eso, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, generó revuelo esta semana cuando declaró que podrían avecinarse cambios en los actuales límites de líquidos de la TSA.
“Estoy cuestionando el tema de los líquidos. Así que ese podría ser el próximo gran anuncio: qué tamaño deben tener tus líquidos”, dijo Noem durante una conferencia organizada por The Hill en Washington.
¿Podrán los viajeros llevar botellas más grandes? ¿Varias bolsas de un cuarto de galón? Esos detalles aún no se han revelado. Pero, sumado a su anuncio reciente de que los pasajeros podrían dejarse los zapatos puestos al pasar por los puntos de control, parece que se perfila una experiencia de seguridad aérea muy distinta para los viajeros en Estados Unidos.
Los viajes aéreos cambiaron drásticamente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Antes de esa fecha, la seguridad era responsabilidad de las aerolíneas, que muchas veces contrataban empresas privadas para realizarla, explica Henry Harteveldt, analista de la industria aérea en Atmosphere Research Group. A menudo no se requería mostrar identificación en los controles, y en algunos aeropuertos, incluso familiares o amigos sin boleto podían acompañar al pasajero hasta la puerta de embarque.
“Era mucho más informal. Y claramente ineficaz, porque ocurrió el 11 de septiembre”, dijo Harteveldt.
Tras los ataques, nacieron el Departamento de Seguridad Nacional y la TSA, con el mandato de prevenir futuros actos terroristas.
Sin embargo, las restricciones a los líquidos no se implementaron hasta 2006, después de que las autoridades frustraran un plan que pretendía usar explosivos líquidos en el equipaje de mano. La TSA llegó a prohibir brevemente todos los líquidos a bordo, lo que duró unas seis semanas y saturó el sistema de equipaje documentado, ya que los pasajeros comenzaron a despachar más maletas para llevar artículos de tocador.
Cuando se instauró el límite de 3.4 onzas (100 ml), el FBI y otros laboratorios habían determinado que cantidades pequeñas —como las que caben en una bolsa de un cuarto de galón— no podrían derribar un avión.
Tras levantarse la prohibición en septiembre de 2006, tanto consumidores como empresas se adaptaron a la regla 3-1-1, lo que impulsó la demanda de botellas de viaje pequeñas y bolsas transparentes “aprobadas por la TSA”, aún disponibles en tiendas hoy.
La norma fue adoptada también por muchos países en los meses siguientes.
Keith Jeffries, exdirector de la TSA en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles y actual vicepresidente del grupo K2 Security Screening, afirma que cualquier cambio futuro debe estar claramente comunicado a los pasajeros. Y habla con conocimiento de causa.
Jeffries estaba en la TSA en Albuquerque, Nuevo México, cuando se implementaron las reglas de líquidos de la noche a la mañana. Hubo que cambiar señalizaciones y vaciar cada media hora barriles repletos de pasta dental, crema de afeitar y champú. Recuerda haber visto un par de zapatos dentro de uno de esos contenedores.
Cuando preguntó por qué, un empleado respondió que tenían gel en las suelas.
“Le dije: ‘Por favor, dime que no tengo un pasajero caminando descalzo en el área estéril’. Y él respondió: ‘No, señor, todavía tiene puestos los calcetines’”, relató Jeffries. “Así de caótico era todo.”
Cualquier cambio que simplifique el proceso de revisión y reduzca el tiempo en los puntos de control sería bienvenido, afirma Harteveldt. Y no solo por comodidad: las filas previas a los escáneres son también vulnerables a amenazas.
El cambio reciente en la política sobre zapatos puede no parecer gran cosa para un viajero individual, pero representa un avance importante al reducir el tiempo promedio de revisión, considerando los millones que pasan por los aeropuertos de EE. UU. cada día. Relajar las restricciones de líquidos podría contribuir a ese objetivo.
Aun así, persisten muchas incógnitas.
“No sabemos qué va a anunciar la secretaria sobre los líquidos”, dijo Harteveldt. “¿Eliminarán la restricción por completo? ¿Permitiremos volver a llevar artículos de tamaño completo? ¿Más de una bolsa de líquidos? ¿Y relajarán el límite de la bolsa de un cuarto de galón?”
Es posible que cualquier cambio comience en unos pocos aeropuertos con la tecnología adecuada. La implementación de nuevas medidas de seguridad no ha sido uniforme en todo el mundo.
Eso podría generar confusión: por ejemplo, si un pasajero puede llevar una botella grande de champú al salir, pero no en el vuelo de regreso.
“El diablo está en los detalles”, advirtió Harteveldt. “Por eso el plan de implementación será clave.”
Si desaparecen las reglas sobre zapatos y líquidos, esto podría afectar el programa TSA PreCheck, donde los viajeros son preseleccionados a cambio de ciertos beneficios: una fila exclusiva, no sacar computadoras ni quitarse los zapatos, entre otros.
Pero si esos beneficios se extienden a todos, ¿seguirán inscribiéndose en el programa?
“¿Qué impacto tendrá esto en la inscripción al TSA PreCheck ahora que se flexibilizan las reglas sobre zapatos y líquidos? Esa es la pregunta del millón”, dijo Jeffries. “Si aún trabajara en la TSA, estaría observando eso muy de cerca durante los próximos 12 a 18 meses.”
Aunque muchos viajeros aplaudirían una mayor flexibilidad, expertos advierten que la tecnología actual no está disponible en suficientes aeropuertos. Los rayos X tradicionales tienen dificultades para distinguir entre tipos de líquidos, según Jeffrey Price, profesor de aviación en la Universidad Estatal Metropolitana de Denver.
Y esa capacidad es clave para identificar sustancias potencialmente peligrosas.
Los escáneres de tomografía computarizada, más avanzados, ya se están instalando, pero Price advierte que podrían pasar una década o más antes de que estén presentes en todos los aeropuertos del país.
“Este tema requiere un análisis mucho más cuidadoso que la política de mantener los zapatos puestos”, afirmó Price por correo electrónico.
La editora de Negocios Joanisabel González explica los temas económicos más importantes a nivel local e internacional.
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