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En los hospitales de este país con tan alta prevalencia de condiciones respiratorias, no falta nunca quien llegue diciendo que le falta el aire. Pero, en estos días, cuando las puertas de las salas de emergencia se abren de par en par y aparece alguien diciendo que tiene problemas para respirar, tensiones se disparan, pulsos se aceleran, miedos se sacuden y alarmas, literales y figurativas, suenan.