

19 de julio de 2025 - 10:00 AM
Por los pasados ocho meses, el centro comunal de Los Filtros, en Guaynabo, ha sido el hogar de Lydia Rivera y José Manuel Zapata y, aunque sobra el agradecimiento, el matrimonio ha vivido este tiempo con la esperanza de regresar a su “casita”, destruida por un incendio. Ahora, ese sueño está más cerca.
Fue la madrugada del pasado 22 de noviembre cuando Rivera y Zapata se despertaron con su vivienda prácticamente consumida por las llamas, a causa de unas velas que dejaron encendidas tras una interrupción en el servicio eléctrico. Aunque lograron salir ilesos, lo perdieron todo.
“No teníamos ropa ni zapatos, perdimos todo, equipo médico. Teníamos dos camas de posiciones y se fueron”, recordó Rivera, quien la noche previa a la tragedia preparaba la cena de Acción de Gracias. “El pavo se asó”, dijo entre risas. “Los gatos se lo comieron”, añadió su esposo.
Y es que, por más difícil que han sido los pasados meses, las circunstancias no han logrado robarles la alegría que les distingue. La solidaridad y el agradecimiento han sido más fuertes. “Todo lo que tú ves aquí son donaciones”, indicó la mujer, mientras señalaba una butaca y un juego de comedor.
Detrás de la improvisada sala que crearon en el centro comunal, Rivera colocó varias cortinas que le dan privacidad al espacio que se ha convertido en su habitación. Tienen una cocina, pero el edificio carece de agua y de una ducha, por lo que improvisaron un espacio en el exterior para asearse.
Junto a Rivera y Zapata, están sus inseparables mascotas: tres perras, de nombre Susie, Leila y Lilly, y una gata, llamada Princesa.
“Entre los cortes de luz y tener que prender velas porque no teníamos para comprar una planta (eléctrica), pues, sucedió el desastre”, narró Zapata. “Ha sido difícil. No nos quejamos, pero cada cual le gustaría estar en su casita, en su hogar, pero no nos quejamos”, agregó.
Hace dos meses, el líder comunitario de Los Filtros, Jorge Oyola, comenzó a levantar la nueva casita del matrimonio, con la ayuda de otras personas que han donado su tiempo y conocimiento, como David Báez Nieves.
“La prioridad es que ellos tengan su vivienda, que ellos vivan aquí feliz y tranquilos y que tengan su hogar seguro”, sostuvo Oyola.
Desde el primer momento, Oyola se comprometió con Rivera y Zapata a ayudarlos a levantar una nueva vivienda. También, intervino para que les permitieran vivir durante este período en el centro comunal.
Rivera y Zapata compartieron que la adquisición de parte de los materiales –como puertas y ventanas– ha sido posible gracias a más de $5,000 que han recibido en donativos de la parroquia María Madre de la Misericordia, en Guaynabo, y la iglesia El Olivar, en Yauco. “Nos falta todavía bastante, nos faltan seis ventanas más”, indicó Zapata.
La cadena Home Depot, asimismo, les donó la madera, el zinc y otros materiales a través de un programa de ayuda a los veteranos. “Ese es el verdadero sentido de lo que es el puertorriqueño, la solidaridad con el dolor que es de aquel, pero es mío”, expuso Oyola.
El Municipio de Guaynabo, agregó la pareja, les ayudó con una nevera y una cama. Les propuso reubicarlos en un residencial público, pero el matrimonio rehusó esa alternativa. “Yo estuve casi 20 años en Nueva York encerrado en un departamento y voy a venir a mi país a meterme a otro departamento. No. A mí, me gusta tener mis animales”, mencionó Zapata.
Justo frente al terreno donde levantan su nuevo hogar, el matrimonio tienen gallos, patos y guineas. Mantienen, también, siembras de calabaza, papaya y yuca; y un árbol de aguacate ya empieza a dar sus primeros frutos. “Y como huevitos de ahí”, dijo Zapata.
Por años, la comunidad de Los Filtros ha luchado –y continúa luchando– por su permanencia. En 2007, el entonces alcalde de Guaynabo, Héctor O’Neill –padre del ejecutivo municipal actual, Edward O’Neill–, radicó una demanda para expropiar a este y otros sectores designados como “comunidades especiales”, pero el tribunal falló en favor de los residentes.
“Nadie puede decidir dónde ellos viven. Esa es una de las contradicciones que se viven en este país, cuando te quieren imponer donde vivir. La calidad de vida no es necesariamente concreto o pisos italianos, no. A veces, es mi casa y mi convivencia”, expuso Oyola.
La residencia en madera que se incendió era de los padres de Zapata. Tenía más de 60 años de construida. “Ver estos rostros de felicidad, para mí, es bien, bien significativo”, afirmó Oyola.
Para poder completar la residencia, aún faltan los materiales para la construcción de la cocina y la rehabilitación del piso, entre otras áreas. “Queremos hacerle el balcón y un lavadero, pero que todo quede bajo techo”, explicó.
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Si desea ayudar, puede comunicarse con Lydia Rivera, al (787) 291-5780, o Jorge Oyola, al (787) 376-3737.
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