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Guiada por la estrella de David

Magda Irizarry baraja a diario su estilo de vida judío con las costumbres de aquí

15 de julio de 2011 - 10:13 AM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 14 años.

Hizo falta un solo viaje para transformarse. De crianza católica y adultez bautista, Magda Irizarry -Nana- cambió su rumbo espiritual en 1998 durante un viaje a Israel para conocer las tierras por las que dicen que caminó Jesús.

Era la primera vez que pisaba aquel suelo lejano y, antes de regresar a Puerto Rico, Nana ya había comenzado su ruta hacia el judaísmo.

Trece años después, dirige una pequeña sinagoga en Carolina de la cual fue ordenada rabí, aunque ella prefiere que la consideren solo como la morah, la maestra que guía a los cerca de 30 creyentes que asisten allí y quien enseña el hebreo que les ayudará a entender las escrituras.

Para Nana, su transfiguración religiosa ha sido “como subir una escalera”, y esa fue la explicación que le dio a su familia cuando le cuestionaron tanto cambia cambia. “Lo vieron como una inseguridad de mi parte, pero no es eso”.

“Es que en eso soy golosa, en querer más de él”, dice Irizarry, quien a sus 58 años comienza a disfrutar del primer año de jubilación de su carrera como dietista.

Ser judío en Puerto Rico puede ser complicado: las reglas de la religión exigen un estilo de vida que choca directamente con algunas de las tradiciones más arraigadas de la cultura boricua.

“Ya yo no puedo comer fuera... Tenemos que cocinar nuestras propias comidas”, dice Irizarry, sin cambiar el tono de tranquilidad y complacencia que mantiene durante toda la conversación.

El problema está en el cerdo. Considerado un manjar por la gastronomía puertorriqueña, para los judíos, es un animal impuro y, como tal, nada que provenga de él puede estar cerca de sus alimentos.

Además, la carne que consumen tiene que ser sin sangre, como la asada, pero en la mayoría de las cafeterías y restaurantes en que la sirven aquí suelen vender también unas chuletas o unas costillas de cerdo, y Nana dice que por eso no es una opción.

Para conseguir alimentos según las especificaciones judías, Irizarry acude de vez en cuando a una sinagoga en Isla Verde donde, además, venden la carne kosher, la que, como cualquier otro alimento designado así, cumple los requisitos de pureza de esta religión.

La dieta judía fue también la razón por la que, asegura, no aguantó más en su trabajo y decidió aprovechar la oportunidad de retiro temprano que le ofrecieron. Por 28 años, preparó los menús para los centros de cuidado infantil Head Start. “Ya yo no podía ir contra mis principios”, afirma.

Desde febrero de este año, Nana dedica sus días al trabajo de la sinagoga enclavada en una urbanización de clase media y, cuando no hay servicio, estudia la Torah y se prepara para las clases de hebreo que dicta.

Cualquier pregunta deriva en una lección de los dogmas de su religión, y salpica cada oración con el hebreo que aprendió a leer, hablar y escribir en este tiempo.

Tanto así que, fiel a los principios del judaísmo, cuando recuerda aquel primer viaje a Israel en busca de la historia de Jesús de Nazaret, lo llama Yeshua, su nombre hebreo, “porque los nombres nunca se cambian”.

Se mantiene al tanto de su madre -quien no comparte su fe, pero a veces acude a la sinagoga y participa de las actividades- y pasa el poco tiempo libre que tiene estudiando.

“Yo soy un ratón de biblioteca. Siempre me ha gustado la lectura”, asegura, y admite que no ha dejado de estudiar desde que en 1998 decidió convertirse al judaísmo mesiánico.

Esa vertiente del judaísmo toma su nombre de lo que la distingue: a diferencia del resto de los judíos, que esperan la llegada del mesías, la corriente a la que pertenece Irizarry, conocida también como Congregación Israelita, entiende que ese salvador es Jesús.

Sus creencias no solo la han llevado a ser diferente en Puerto Rico, sino que también la han colocado en una minoría dentro de su propia religión porque, para otras vertientes del judaísmo, los que consideran a Yeshua el mesías son, en lugar de judíos, cristianos.

Pero ella dice que no teme al rechazo y que las puertas de su sinagoga están abiertas para todos, siempre que sigan y respeten las reglas.“Hasta ahora, yo puedo dialogar con todo el mundo... Fuera de todo, lo importante es el amor”, acotó.

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