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Miles de nativos protestaron en abril pasado en Brasilia, en el acto Ouro de Sangre (Oro de Sangre), contra el aumento de la minería en territorios indígenas.
Miles de nativos protestaron en abril pasado en Brasilia, en el acto Ouro de Sangre (Oro de Sangre), contra el aumento de la minería en territorios indígenas. (GDA)

Se trata de una escena casi cotidiana, un paisaje inusual en otras latitudes pero común y casi ha “naturalizado” en América Latina: los piquetes o cortes de rutas por protestas, manifestaciones o reclamos de diversa índole –a veces de sectores muy pequeños– que generan embotellamientos, caos de tránsito, pérdidas de tiempo y mal humor, y que añaden un motivo más de crispación en muchas sociedades ya de por sí sensibilizadas por situaciones económicas o sociales apremiantes. Y no faltan motivos. Porque los piquetes o cortes de rutas, más allá de las causas que los originan, ponen siempre en primer plano el conflicto que generan entre el derecho al reclamo y a la protesta y el derecho a circular libremente por calles y rutas.

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