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Hace unos meses leía sobre el protocolo para el uso de los teléfonos móviles durante un concierto. Reglas explícitas y tácitas, que intentaban disuadir al público de grabar los conciertos a los que asistían. Es que estos eventos han sido invadidos por cámaras telefónicas que se interponen entre el público y el artista como una pared de rebote que desvía la imagen y el sonido. Al final todo llega diferido, como si lo estuvieras viendo en el televisor de tu casa y no en un estadio o sala artística con la fidelidad y la magia que produce un espectáculo presencial.
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