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Lamento decir que no me sorprendió la noticia escandalosa de que el 40% de los empleados públicos de Puerto Rico no va a trabajar (El Nuevo Día, 20 sept. 2019). Antes, lo primero que me vino a la mente fue la etimología infamante de la palabra “trabajo”, que descubrí hace mucho de la mano de mi profesor de latín, el insigne Segundo Cardona. “Trabajo” proviene de la voz tripalium, que alude a un cepo de “tres palos” con el que se inmovilizaban los esclavos para castigarlos. Tripaliare significa pues “torturar”, para el horror íntimo de las culturas neolatinas que aun empleamos el vocablo teñido de sufrimiento --y, por más, de secreto vejamen--. Con nosotros los hispanohablantes también “sufren” el trabajo los franceses (travail), los italianos (travaglio) y los portugueses (trabalho). Estamos pues ante un legado colectivo que las culturas neolatinas debemos conocer a fin de que lo podamos combatir mejor.
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