¿Es peligroso aplicarse talco en los genitales?
Acabo de leer un anuncio de un bufete de abogados de EEUU que me pareció chocante:
“¿Has desarrollado cáncer de ovario después de usar talco? Se ha demostrado que los productos de talco como el Baby Powder de Johnson aumentan el riesgo de cáncer de ovario. Aprende qué acción legal puedes tomar...”
Casi semanalmente aparece una nueva noticia acerca de alguna sustancia que produce cáncer. Hay quien bromea acerca de que el oxígeno pronto se clasificará como un cancerígeno ¿y entonces?
El talco es una de estas sustancias que ha sido vinculada al cáncer, en este caso el cáncer de ovario, aunque pocas mujeres le han dado importancia. Pero irremediablemente, la compañía Johnson & Johnson (J&J) le ha tenido que prestar una inmensa atención. No tienen alternativa. Guardan en sus oficinas 1,200 demandas pendientes de resolverse y ya en corte han perdido dos por las escandalosas cifras de $55 y $72 millones. Hasta una mujer, sin haber desarrollado cáncer, demandó a J&J por venderle “un producto potencialmente letal que, de ella saberlo, no hubiese adquirido”. Alegaba ella que había pagado un alto precio por el talco, pero la jueza le señaló que el haber usado el talco durante décadas indicaba que ella consideraba que valía la pena pagar el alto precio. ¿No les parece esto como un chiste flojo?
En el primer caso en llegar a corte, los abogados demandantes introdujeron como evidencia un memorándum interno de la compañía donde un consultor médico les advertía que “cualquiera que niegue los riesgos entre el uso de talco y el cáncer de ovario será percibido públicamente como aquellos que niegan el vínculo entre el tabaco y el cáncer”. Sin duda la opinión de este consultor fue altamente perjudicial y le costó $55 millones a J&J.
Pero, ¿existe realmente evidencia convincente sobre el vínculo entre el talco aplicado en los genitales y el cáncer de ovario?
El talco natural consiste de magnesio, sílica y oxígeno. El producto original contenía un reconocido cancerígeno, asbestos, pero a partir de la década de 1970 se le removió esta sustancia. El talco sin asbestos no tiene capacidad de dañar el ADN, lo cual significa que en principio no debiera causar cáncer. Sin embargo, en ese mismo anuncio, los abogados mencionan que el uso del talco eleva el riesgo de cáncer de ovario por 33%. Me pregunto si realmente estos abogados, al igual que el jurado y los jueces, entienden lo que significa esto. Revisemos los datos.
En 2003, el Dr. Huncharek y sus colaboradores publicaron un análisis de 16 estudios retrospectivos. Se identificó un aumento de 33% en el riesgo de desarrollar cáncer de ovario en mujeres que aplicaban talco al área genital. Por tanto, lo que alegan los abogados en el anuncio es hasta cierto punto correcto, pero ellos prefirieron ignorar el resto de las conclusiones de Huncharek.
Para poder comprender estas conclusiones,es necesario explicar que para declarar el talco o cualquier otra sustancia como definitivamente cancerígena es importante determinar, entre otros datos, si la incidencia del cáncer aumenta a la par con la frecuencia del uso del talco. Es lo que conocemos como el fenómeno “dosis-respuesta”. Los autores indicaron que “los datos mostraron una ausencia de relación dosis-respuesta, lo cual nos hace cuestionar la validez de estos resultados. Los datos disponibles no apoyan una relación causal entre la exposición al talco perineal y un mayor riesgo de cáncer epitelial de ovario”.
Los abogados también ignoraron un estudio por la Dra. Gertig, de mucho mejor calidad y con un mayor volumen de casos. Esta publicación, por su naturaleza prospectiva y por el gran número de casos evaluados (78,630), tiene bastante más peso que el estudio de Huncharek. Este análisis arrojó resultados un tanto diferentes, pues no detectó riesgo alguno de cáncer de ovario para usuarios de talco, con excepción de un aumento leve en un tipo específico de cáncer de ovario llamado carcinoma seroso invasivo. En este estudio tampoco se observó una relación dosis-respuesta.
Para que el talco aplicado en los genitales pueda provocar un cáncer de ovario debe viajar a través de la vagina y cruzar las trompas de Falopio hasta llegar a los ovarios. Por tanto, Gertig postuló que aquellas mujeres que habían sido esterilizadas por medio de una ligadura de trompas debieran tener una incidencia más baja de cáncer de ovario a pesar de que se aplicaran talco, ya que, al obstruir las trompas, el talco no lograría alcanzar los ovarios.
Al comparar a estas mujeres con las que no tenían ligadura de trompas, no se observó diferencia alguna en la incidencia de cáncer. Esto sugiere que no hay una verdadera relación causal entre el talco y el cáncer de ovario. Los autores concluyeron que sus resultados proporcionan poco apoyo para un vínculo sustancial entre el uso de talco y el riesgo de cáncer de ovario en general.
Para poner todo esto en contexto, comparemos las cifras del aumento de riesgo relacionado al talco, que en el peor de los casos es de un 33%, contra las cifras del cáncer de pulmón y el cigarrillo. En mujeres fumadoras, el riesgo de cáncer de pulmón equivale a 1,000% veces mayor que en no fumadoras. Si lo contrastamos con el 33% mayor riesgo de cáncer de ovario en usuarios de talco, veremos que se trata de un aumento anémico comparado con el cigarrillo. Hay que cuestionar entonces la sensatez y cordura del consultor médico de J&J al comparar el riesgo del talco con el del cigarrillo.
La medicina, como demuestran estos dos estudios, está llena de situaciones donde los datos no son blancos o negros. A esto le llamamos las zonas grises. Pero en el mundo legal los veredictos son negros o blancos.
El talco es la sustancia más blanca que me viene a la mente, pero irónicamente los datos en cuanto a su potencial cancerígeno no son blancos ni tampoco negros. Tampoco debe ser ni blanca ni negra la vida de los ejecutivos de J&J. Me los puedo imaginar en los pasillos lamentándose: “¡Que vida gris!”.
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