OPINIÓN
Isla en su tinta
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prima:Es mucha la necesidad y no estamos ciegos

La realización en un país quebrado y en estado de emergencia de esta primaria demócrata equivale a otra radiografía, similar a los tres chats de este cuatrienio, de una casta bipartita para la que no somos nada, escribe Eduardo Lalo

18 de julio de 2020 - 11:40 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.
9 de mayo del 2017 R’o Piedras, Puerto Rico Librer’a M‡gica Entrevista con el escritor Eduardo Lalo con motivo de su nuevo libro Intemperie TERESA.CANINO@GFRMEDIA.COM (TERESA.CANINO@GFRMEDIA.COM)

El domingo pasado, sin que prácticamente nadie se diera cuenta, se celebraron las primarias del Partido Demócrata de Estados Unidos en Puerto Rico. En esta afirmación ya hay varios problemas. En primer lugar, está la referencia a la celebración de una elección interna de una agrupación política cuando ya la suerte estaba echada y el candidato ya había sido establecido hacía semanas. En la primaria, por tanto, ya nada estaba en juego y su celebración se convertía justamente en el juego de unos aficionados al juego de la estadidad. En segundo término, la frase “Partido Demócrata de Estados Unidos en Puerto Rico” constituye un campo minado o una casa embrujada o un cúmulo de contradicciones o, simple y llanamente un paquete. El partido (“Demócrata”) pertenece a Estados Unidos y la celebración de su primaria en Puerto Rico expresa una conceptualización de la distancia o, si se quiere, de una frontera o diferencia ineludible. Primarias debe haber también en la Samoa Americana o las Islas Marshall y quién las toma en cuenta. Las elecciones internas de los dos partidos principales de Estados Unidos en Puerto Rico son algo así como juegos florales o añejas coronaciones de reinas de carnavales o celebraciones de enlaces entre el hijo de la familia tal y la hija de la más cual. En todo caso, rajaduras de papeleta que se hacen antes o después de una mesa reservada en un buen restaurante, previo al festejo con los íntimos de la causa (o de la fiesta de disfraces) en el caserón de un inversionista político del bipartidismo local convertido brevemente en donante en la liga “de los americanos de verdad”.

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