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Tormentópolis

El tiempo no corre en el inexistente Estado Libre Asociado de Puerto Rico, gobernado por el partido estadoísta amateur, escribe Eduardo Lalo en esta reflexión acerca del estado del archipiélago ante el paso de la tormenta tropical Ernesto

17 de agosto de 2024 - 1:00 AM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.

Levantarse el pasado jueves 15 de agosto y leer la edición de esa mañana de El Nuevo Día, fue una experiencia para ser recordada por mucho tiempo (y especialmente la primera semana de noviembre de este año) por la realidad, se podría decir que sublime, de su esperpento. El artículo principal, a cargo de varios destacados periodistas, informaba al país que “el embate de Ernesto se hizo sentir a lo largo y ancho de Puerto Rico, pero tuvo su mayor impacto en pueblos de la mitad este del archipiélago —incluyendo las islas municipio de Vieques y Culebra—, entre ellos, varios que aún experimentan las vicisitudes de una reconstrucción a medio camino en los siete años transcurridos desde el huracán María.”

La última frase le dio un azote a la conciencia. Era la comprobación de que el tiempo no corre en el inexistente Estado Libre Asociado de Puerto Rico, gobernado por el partido estadoísta amateur. Ya los habitantes de esta tierra estamos acostumbrados (y agobiados) a una suerte de infralengua (versión bipartidista del newspeak orweliano o del paquete muñocista) a la que son adeptos infinidad de sus políticos malamente electos y sus funcionarios opíparamente pagados.

De este modo, leí esa mañana unas declaraciones del alcalde de Yabucoa, Rafael (apodo infantil) Surillo, que debido a sus turbulentas admisiones me veo obligado a comentar entre paréntesis: “No estamos preparados para estos eventos (imagino porque son inauditos en nuestra zona del planeta y el alcalde no recuerda que por su feudo entró hace siete años el huracán María), ese puente se nos afectó (traduzco: se volvió a fastidiar seriamente) en el huracán Fiona y no habíamos recibido la obligación de fondos y se afectó también (el alcalde “apodo infantil” Surillo desconoce el concepto de obligación propia y como los fondos para arreglar el puente no los “obligaron” a llegar a sus manos, él se las limpia.) Ahora, me obligaron el de María, pero todavía el de Fiona no me lo han obligado y ahora se colapsó (o sea, que él no estaba obligado sin haber recibido las “obligaciones” y, por tanto, el 100% de los yabucoeños sin electricidad no deberían quejarse de que colapsaron dos puentes, porque la culpa la tiene el “obligador” de fondos que se esperaban mientras se sucedían los huracanes que pasan por Yabucoa.)

Todo indica que la tendencia “excusera” es holísticamente popular, porque en el mismo artículo el alcalde de Cidra, David Concepción González, confesaba las zozobras que le provocan sus incapacidades: “Al ejecutivo municipal, le preocupaba particularmente, la carretera PR-782…donde hay derrumbes desde el huracán María que no se han corregido.”

Las incapacidades de los alcaldes populares no son exclusivas de ellos, ya que la manada de “ejecutivos municipales” del PNP anda también persiguiendo “fondos obligados” y, mientras tanto, puentes, carreteras, ríos y quebradas, urbanizaciones en construcción con permisología laxa y lucrativa, al igual que otras barbaridades de ingeniería y urbanismo, esperan por que transcurran años entre un huracán y otro, poseyendo como única estrategia la mano extendida y la latita en las luces de Washington. Aparentemente, a pocos de estos “ejecutivos municipales” de apodos infantiles, se les ocurre que hay algo más que hacer que no sea la espera del reparto caníbal de los tantas veces ilusorios “fondos obligados”.

Juan Saca confesó en una estación de radio que ganaba más de $600,000 al año, lo que consideraba “una compensación competitiva en la industria de la electricidad”. Si se toma esa cantidad y se divide por 365, el cálculo arroja una ganancia diaria de $1,643.83.
Juan Saca confesó en una estación de radio que ganaba más de $600,000 al año, lo que consideraba “una compensación competitiva en la industria de la electricidad”. Si se toma esa cantidad y se divide por 365, el cálculo arroja una ganancia diaria de $1,643.83. (Carlos Rivera Giusti)

En el artículo antes citado se precisa lo siguiente: “Si bien la precipitación asociada a Ernesto fue cuantiosa, sus niveles tampoco se acercaron a la lluvia que, hace dos años, dejó el huracán Fiona, que superó las 32 pulgadas en sectores de Ponce.” Esta situación debe matizarse, por el hecho de que cuando se aproximaba al archipiélago puertorriqueño, el fenómeno cambió su rumbo hacia el norte y el potencial de daños sobre las islas que componen el país se redujo.

Aun así, en una tormenta tropical que apenas rozó ciertas costas de nuestro territorio, más de la mitad de los abonados de Luma perdieron su servicio eléctrico incluso horas antes de que llegaran las lluvias y los vientos. Tiempo después, en una mañana seca y soleada, el presidente del consorcio Juan Saca, no podía indicar cuánto tiempo tomaría devolverle la electricidad a más de la mitad de los abonados de su compañía, que en la mayor parte de los casos, no habían sufrido daño alguno con la tormenta que huyó de nuestras costas. Consuela, sin embargo, que Juan Saca no conteste la pregunta porque “no quiere ser irresponsable” y porque las cosas las coge con la misma pasta que los alcaldes de nombres infantiles, que esperan los “fondos obligados” sin ellos verse obligados a tomar iniciativa.

No hace tanto, Juan Saca confesó en una estación de radio que ganaba más de $600,000 al año, lo que consideraba “una compensación competitiva en la industria de la electricidad”. Si se toma esa cantidad y se divide por 365, el cálculo arroja una ganancia diaria de $1,643.83. Esto significa que este señor ganó eso al declarar a este diario que: “Nosotros en Luma, los 4,500 colegas que tengo, nos levantamos todas las mañanas pensando en cómo podemos mejorar la calidad de vida de los puertorriqueños.”

Mientras tanto, y luego de una infinidad de declaraciones como esta, un sastre y jurista jubilado en funciones activas de apellido Emanuelli y el dueño de Pierluisi Travel dicen que no hay nada que hacer con ese contrato. Son iguales que los alcaldes de nombres infantiles que esperan de huracán a huracán y de generación a generación los “fondos obligados” o la perfectísimas nadas del ELA y la Estadidad.

Hace casi siete años, unas semanas luego del paso de María, publiqué en este diario una columna que se tituló “Huracanópolis”. En ella relataba lo que veía al cruzar San Juan luego de la catástrofe. Hoy, al ver las reacciones y comentarios que reportó este diario, en el día después de la tormenta, me percato que la catástrofe no la impulsan hasta nosotros las aguas cálidas del Atlántico, sino que se encuentra en los que están a cargo de lidiar con su arribo.

Si quiere saber lo que es colonizado, sea alcalde y siéntese a esperar por años “fondos obligados”; si quiere conocer lo que es un colonizador, diga como Saca que sería irresponsable afirmar cuando comenzará a ser responsable con los que pagamos los $1,643.83 diarios de su sueldo competitivo.

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