

Cerca de casa, fluyendo en uno de los pocos fragmentos de bosque originario en la colindancia entre San Juan y Guaynabo, corre una quebrada. Como quedaba del lado del bosque conservaba su “estado original”, es decir era un ecosistema vivo, compuesto por plantas, árboles y animales, que había preservado una fisionomía probablemente estable a lo largo de siglos. Del otro lado hay una carretera con dos carriles, un pequeño centro comercial, y más allá, la canalización de la continuación de la quebrada y el suelo de brea y cemento interrumpido únicamente por los céspedes geométricos de los patios y las fachadas de las residencias. Si uno se lo propusiera, saltando las verjas de las casas o simplemente caminando por las aceras, se podría llegar hasta la costa. En las ciudades, la naturaleza vive en campamentos de refugiados.
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