


La economía naranja, también conocida como economía creativa, es una parte de la economía global que se lleva definiendo en Latinoamérica por varios años, aunque en Puerto Rico muy poco se conoce.
Muchos puertorriqueños disfrutan de asistir a actividades creativas y culturales, pero desconocen cuál es el impacto de estas en la economía local e internacional. Por tal razón, es de suma importancia educarnos sobre la economía naranja e insertarnos en esta conversación global para entender su desarrollo en el contexto de Puerto Rico.
La economía creativa comprende todas las actividades vinculadas a la creatividad, la cultura, el talento y las ideas de las personas, transformándolas en bienes o servicios, cuyo valor económico puede protegerse mediante la propiedad intelectual.
De acuerdo con un estudio realizado por el Banco Internacional de Desarrollo (BID), en el 2011 la economía naranja contribuyó netamente $4,300 billones a nivel mundial, estando a la par con industrias como la automotriz.
Este concepto trae diversificación económica, ya que reduce la dependencia de sectores tradicionales y permite a los países competir en el mercado global con bienes y servicios basados en creatividad e innovación. La creatividad es un recurso renovable que permite que en momentos de crisis las industrias relacionadas se reinventen y se adapten al mercado. Esa reinvención la pudimos ver con la digitalización de productos creativos durante la pandemia del Covid-19.
En Puerto Rico, la economía naranja tiene muchas ventajas para aprovechar. Tenemos una rica herencia cultural y una gran diversidad artística que atrae a millones de personas anualmente. El talento de la isla es reconocido globalmente y, debido a nuestro estatus político, tenemos conexiones con dos mercados: Estados Unidos y Latinoamérica.
Un ejemplo del impacto de la economía naranja en Puerto Rico fue la Residencia de Bad Bunny “No me quiero ir de aquí” en el Coliseo José Miguel Agrelot.
Según ASM Global, compañía que maneja el Coliseo, la residencia generó más de $500 millones en la isla. Más allá del sector del entretenimiento, el ingreso económico se extendió a la industria hotelera, restaurantes, turismo, producción creativa, entre otras.
El que no arriesga, nada gana. Puerto Rico necesita apostar más a la economía naranja. Hay que facilitar el acceso a capital y redes de apoyo para que este sector se inserte en el ecosistema empresarial.
La economía naranja no es un lujo cultural, sino un sector con peso económico real.

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