Un muchacho de nombre raro, Beryl, se hizo carne sobre la faz del milenario Atlántico y acá, en este todavía aturdido punto del ardiente Caribe, con un efecto similar al que causa la onda expansiva de una explosión, hubo un hondo estremecimiento. Cayeron como granos de un saco roto y rebotaron por los paisajes todavía desolados palabras que activaron resortes muy dolorosos de nuestra memoria colectiva: refugio, planta, agua, fila, supermercados, luz, “redundancia de sistemas”, COE, otras.
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