

La primera vez que usé un brasierre lloré. Lo recuerdo claramente. Era color crema, tamaño 32 AA y antes le había pertenecido a mi hermana mayor. Mientras muchas de mis amigas se alegraban por lo que significaba empezar a usar esa prenda de ropa interior, yo sufría porque sabía que ya no podía escapar de lo evidente. Iba a crecer y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. ¿Por qué temía a ese proceso tan natural? ¿Por qué la intuición me decía que algo extraño comenzaría a pasar, que ya nada sería igual? Hoy sé que el cuerpo es sabio y a veces la carne entiende primero que la mente, y mucho antes que el espíritu.
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