

La palabra “burocracia” tiene, sin duda, una connotación negativa. La asociamos con ineficiencia, lentitud, indolencia y trámites de papeles innecesarios. Por ello, cada vez que se propone una reforma para “agilizar” o “modernizar” los procedimientos, a menudo se considera la eliminación del requisito de documentar. Sin embargo, aunque esta acepción pueda ser correcta en algunos casos particulares, el ansia por deshacerse de los “papeles viejos” metiéndolos en la trituradora pierde de vista que la burocracia cumple una función legítima e importante.
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