Amenazas de violencia en escuelas: que no sean una nueva realidad
Las escuelas reúnen el tesoro más preciado de cualquier familia y sociedad. Tan solo imaginar la posibilidad de que ocurra un evento de violencia a gran escala en un plantel escolar, como lo sería un tirador activo, causa atención y conmoción. En Puerto Rico, tan reciente como la semana pasada, una escuela intermedia en Camuy fue desalojada tras la presencia en los predios del plantel, de un padre que anteriormente había amenazado a miembros del personal escolar.
En la mañana de hoy nos encontramos con la noticia de dos escuelas en San Juan que tuvieron que ser desalojadas como medida preventiva tras una conversación de amenaza entre estudiantes. Ciertamente, ante estas situaciones la prevención es pieza clave y fundamental.
Por su parte el Departamento Educación, como parte de sus preparativos para el inicio del año escolar 22-23, ofreció adiestramientos a guardias de seguridad y cierto personal escolar en las distintas regiones educativas. Del mismo modo, algunas escuelas públicas y privadas cuentan con protocolos de seguridad, sistemas de vigilancia virtual y guardias de seguridad.
Por otro lado, la violencia juvenil pareciera ir en aumento. Esta ocurre cuando personas jóvenes usan intencionalmente la fuerza física o el poder para amenazar o hacer daño a otras personas. No obstante, debemos preguntarnos ¿qué podemos hacer como sociedad para atender con urgencia los actos de violencia cómo reacciones inmediatas o premeditadas? Se ha comprobado que los niños y adolescentes aprenden por modelaje o imitación. Entonces, no podemos dejar fuera el contexto familiar y social, por lo que se deben atender determinantes sociales de la violencia como el desempleo, la pobreza y la desigualdad.
Algunas de las posibles soluciones para considerar a corto y largo plazo podrían ser: desarrollar destrezas de relaciones interpersonales saludables en los niños, los adolescentes y sus padres o cuidadores; reducir el acceso y el consumo nocivo de drogas y alcohol; restringir el acceso a las armas de fuego y las armas blancas; atender las normas sociales y culturales que propician la violencia; y establecer programas de identificación, atención y apoyo a los jóvenes y las comunidades en general.
Además, será importante atender aspectos económicos, de salud, seguridad y de políticas públicas dirigidas a estas necesidades. De igual manera, será vital ofrecer un fácil acceso a servicios integrales, programas recreativos, deportivos y ocupacionales en la comunidad. Así como, fomentar y modelar un desarrollo integral saludable dentro y fuera del entorno escolar. Sin duda, si se identifica algún riesgo por amenaza de violencia, por mínimo que parezca, tenemos la responsabilidad de reportarlo a las agencias pertinentes.
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