Brasilia, capital del desorden
La colorida bandera verde y amarilla de Brasil lleva las palabras orden y progreso en un globo azul en su centro. Palabras que tristemente perdieron todo valor en medio del desorden civil que se desató en su capital, la cuidad de Brasilia, hace unos días.
Brasilia fue mi hogar por cinco años. Viví extensas manifestaciones y protestas en contra de la expresidenta Dilma Rouseff que se desataron en su esplanada entre el 2015 y 2016. La esplanada es un área vasta que conecta los edificios de los tres poderes de su gobierno democrático, diseñados por el reconocido arquitecto modernista Oscar Niemeyer.
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Aproximadamente 100,000 personas protestaban a diario pidiendo la renuncia de Rouseff, pacíficamente arropados con sus banderas, mientras centenares de policías no les perdían de vista. Nunca me sentí en peligro y admiraba el orden en que se llevaban dichas protestas. Sin saberlo, practicaba para el Verano del 2019 y los días que pasé en las calles de nuestro país exigiendo también la renuncia de nuestro primer mandatario.
Ese cuadro de desobediencia civil pacífico y organizado no fue el cuadro que enmarcó la esplanada y sus maravillosos edificios de gobierno días después de la inauguración de Luiz Inácio Lula da Silva.
“Nos sentimos asustados, se han encontrado explosivos entre los protestantes. Los medios noticiosos ya no les llaman protestantes, les llaman terroristas. Nuestro gobernador, Ibanes Rocha, nos abandonó durante las protestas. No nos proveyó protección a nivel local. Tuvo que intervenir la policía federal, que responde directamente a las órdenes del presidente”, fue el mensaje compartido por mi buen amigo Igor Fontes via Instagram.
La pérdida del orden, el atentado contra la democracia y las violaciones a los edificios de gobierno van más allá del intento de desacreditar la elección válida y certificada del expresidente recién reelecto, Lula da Silva. La destrucción y vandalismo de los edificios de gobierno, joyas arquitectónicas protegidas por la UNESCO, añaden al sentido de pérdida, me explicó Michelle Watkins, profesora de arte residente de Brasilia. “Yo siento que esto fue como si quemaran la famosa Biblioteca de Alejandría… hay cosas que perdimos de nuestra historia en este atentado terrorista que nunca vamos a recuperar”. Un conteo póstumo a la invasión y vandalismo de los edificios documentó la pérdida de numerosas e irremplazables piezas de arte, algunas que se remontan a los años del imperio portugués.
Brasil lleva años polarizado, dada la retórica divisiva que su expresidente ultraconservador y derechista Jair Bolsonaro predicó durante sus cuatro años en el poder. Sus manerismos y acciones eran copias al carbón del expresidente norteamericano Donald Trump. Bolsonaro se convirtió en la versión brasileña de Trump. Como tal, cuestionó la elección del recién reinaugurado presidente Lula da Silva, y al dedillo, hizo toda una farsa para convencer a sus seguidores de que le habían robado la elección. De ahí la planificación minuciosa de las protestas, ataques e invasiones a los edificios de gobierno que se desataron en estos días. “Estos manifestantes llegaron en buses de áreas remotas de manera muy organizada. Se les servía desayuno, almuerzo y comida. Definitivamente esto fue financiado y fríamente calculado”, añadió Michelle Watkins.
Yo no solo viví en Brasilia durante las manifestaciones ya mencionadas, sino que también viví la insurrección en el Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero del 2021. Fueron días surreales de verdadero terror. Recuerdo el miedo a salir de casa y el miedo de cualquier persona que portara un sombrero rojo de MAGA. Así que puedo imaginar el miedo y la incertidumbre que viven mis amigos y el resto de los brasileños en la cuidad capital. Brasilia es una ciudad caracterizada por sus edificios de gobierno. Aparte de estos, solo hay un inmenso lago artificial, algunas áreas extensas de tierra seca y árida, y no mucho más. Fue una ciudad fundada en 1960 con el único propósito de servir como tercera sede del gobierno federal de Brasil. Así que violar, saquear y deshonrar esos edificios es violar y deshonrar a los que la habitan. A mis hermanos y hermanas que allí moran, solo les deseo que vai com Deus, y logren restablecer el orden y el progreso.
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