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La greguería ha vuelto para quedarse. Su inventor, el poeta Ramón Gómez de la Serna, jamás imaginó que en esta “verruga del Caribe” la greguería sería el género de nuestra politiquera cotidianidad. Y es que la greguería tiene algo de adivinanza y de salmo. A veces, la greguería ostenta cucharaditas de chiste, una pizca de asombro pasajero, mucho de aforismo arrepentido, nada de cinismo metafísico, cortes de espada sin filo y una estética de revolución serena. Lo que no tiene de moraleja la greguería lo tiene de verso, y definirla quizá sea su mejor atrevimiento.
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