

La campaña de detenciones y allanamientos que el régimen ha puesto en marcha desde el 17 de marzo tiene una peculiaridad, un rasgo muy destacado: está envuelta en un aire de descrédito. No resulta creíble, ni siquiera a los propagandistas habituales del régimen en las redes sociales. La gran mayoría hace silencio. Ni una declaración. Como si nada estuviese ocurriendo. Es tal la opacidad, tal la turbidez de la atmósfera gubernamental, que ni siquiera han logrado hacer acopio de alguna energía para acompañar detenciones y allanamientos con alguna fanfarria. Nada. Ni siquiera para simular.
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