No. No es un neologismo. En el segundo tomo del Diccionario de autoridades, publicado en 1729, justito en la página 26, figura monísima la palabra “cabildada” y significa, más o menos, resolución imprudente y atropellada. Pero miremos primero cabildear, tan de moda últimamente. En Moliner es “intrigar o hacer gestiones en algún organismo para conseguir una cosa”. La Irreal, por su parte, dice: “gestionar con actividad y maña para ganar voluntades […]”. Cabildear es prima hermana de cabildo (ayuntamiento o congreso) y nos llega de la latina “capitulum”, que a su vez viene de “caput” (cabeza). Pharies nos dice que algunas palabras emparentadas con caput son (tome nota) capitolio, capo y capilla (¡oh Dios!). Pero regresando a cabildo y capitulum, si las miramos por encimita veremos grandes diferencias fonéticas. ¿Qué pasó? ¿Algún lexicógrafo cabildeó con maña e intriga para diferenciarlas? Nada que ver. Lo que ocurrió fue una interesante evolución: capitulum perdió la u interior para convertirse en capitlum. La terminación latina –um pasó a o, lo cual nos dejó capitlo. Entonces, por metátesis de T y L (intercambio de posición de dos sonidos), se produjo capilto. Y, finalmente, la p, que es una consonante sorda, se sonoriza para convertirse en b, y lo mismo con la T que pasa a D para dejarnos el cabildo, una palabra camuflada. ¿Maravillado? Todavía falta. La cabildada, como le dije al principio, la recoge Autoridades en 1729 con el significado de “resolución y acuerdo atropellado […] que por no ser adecuada […] le dan este nombre, como Alcaldada”. ¿Alcaldada? Jajaja. Mañana. ¡Buen día!
Se adhiere a los criterios de The Trust Project