

En mi escrito anterior dejé formuladas dos preguntas relacionadas con la situación demográfica por la que atraviesa Puerto Rico desde hace aproximadamente dos décadas. En síntesis, dicha situación se caracteriza por una drástica reducción en el número de nacimientos; por una estable o poco creciente tasa de mortalidad; y por una salida de residentes que ha superado a la llegada de personas desde el exterior, es decir, la emigración ha sido mucho mayor que la inmigración. La primera pregunta que formulé en mi columna anterior fue: ¿qué significa esta tendencia demográfica desde la perspectiva de las posibilidades de articular una estrategia de desarrollo que responda a los intereses y –añado—demandas de ese perfil poblacional? La respuesta a esta interrogante no es sencilla, pero hay rutas concretas que nos ofrece la experiencia histórica de varios países.
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