Educación y acción para erradicar la violencia contra las mujeres
¡Qué mucho dolor e indignación hay en mi pueblo! Es como si nos sintiéramos impotentes ante tanta maldad. Es una indignación que viene acumulándose por mucho tiempo porque la violencia contra la mujer es histórica.
Puede decirse que sus orígenes tienen varias vertientes. Desde el momento en que se le negó el derecho al voto a la mujer, mientras el hombre disfrutaba de ello; desde el momento en que permitió que en nuestras escuelas se utilizaran libros que nos enseñaron que las profesiones para las mujeres estaban limitadas a las de maestra, secretaria o enfermera, mientras se ilustraba la figura del hombre como representativo de las profesiones de ingeniería, policía, médico o legislador, el gobierno se hizo cómplice de lo que estamos viendo hoy.
Por décadas, tal vez siglos, esto lo aceptamos como bueno. Pero el gobierno y la escuela no han sido los únicos responsables. También ha sido el hogar. Por eso, hoy debemos preguntarnos: ¿cuántas veces le decimos a nuestros hijos: “deja que venga tu papá, que él te va a arreglar o no barras, eso es cosa de mujeres”? Además, cuantas veces escuchamos a la mujer decir: “no lo puedo dejar porque ¿de qué vamos a vivir?
Sin embargo, ni el hombre ni la mujer nacen discriminando. Es la sociedad con costumbres la que va contribuyendo a los males que nos están arropando.
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Desgraciadamente ya perdimos a Keyshla que es hoy el símbolo del resultado de la injusticia y la maldad y como ella muchas otras víctimas de la violencia machista. No obstante, no podemos andar pensando que porque el pueblo se ha indignado mañana vamos a ver un cambio.
Podemos protestar y nombrar comités, pero le toca a cada persona hacer un acto de reflexión para identificar patrones de conducta que lo puedan llevar al odio y al discrimen, sea contra quien sea.
Le toca a cada familia identificar cuanto de sus hábitos, ideas y costumbres están contribuyendo al desarrollo de futuros hombres abusadores y maltratantes.
Al gobierno, mientras, le toca eliminar todo libro que tienda a inducir al discrimen. Le toca revisar los currículos para introducir la perspectiva de género, no como un curso sino como eje transversal.
Nos toca a todos actuar, aunque resurjan criticas de los que no entienden lo que es la perspectiva de género y el respeto a la diversidad.
La perspectiva de género se trata de temas que se tocan en todos los cursos y materias, pero tal vez no con la profundidad que amerita. Se trata de enseñar que cada ser humano es valioso por su ser, por sus nobles sentimientos, por la aceptación de sí mismo tal y como es, por el respeto a los demás porque es una criatura única con virtudes y defectos independientemente de cómo sea o se sienta: hombre o mujer. Se trata de enseñar que cada acto tiene consecuencias y que en un solo acto podemos echar a perder no solo las vidas de otros sino también las nuestras. Tal vez no veamos un cambio inmediato, pero cumpliremos con un deber moral con futuras generaciones.
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