

En tiempos en que el absurdo, la incompetencia, la superficialidad y la insensibilidad parecen convertirse en la norma de los gobernantes cercanos a nuestra vida diaria, la historia nos regala pequeños milagros que nos devuelven la esperanza. Así ha sucedido con la reciente elección del papa León XIV, nacido en Estados Unidos, pero como hizo nuestro amado Tony Croatto con Puerto Rico, Robert Prevost escogió ser latinoamericano, por convicción y por amor a los más necesitados. Su elección es un bálsamo espiritual y simbólico para un mundo donde la injusticia provoca continuas heridas colectivas.
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