Le corresponde al secretario de Justicia investigar y encausar sin dilación alguna. El mensaje debe ser contundente: tratar de influir el ánimo del juez del caso es algo delictivo y reprochable, afirma Hiram Sánchez Martínez
Le corresponde al secretario de Justicia investigar y encausar sin dilación alguna. El mensaje debe ser contundente: tratar de influir el ánimo del juez del caso es algo delictivo y reprochable, afirma Hiram Sánchez Martínez
Todavía hay gente que vive con la creencia de que las decisiones de los jueces están en el mercado de compraventa o alquileres. Por décadas la leyenda ha sido que quien tenga un asunto con la justicia puede arreglarlo si tiene una pala para llegar hasta el juez del caso y obtener, fuera del curso ordinario de los procedimientos, determinado resultado. Y, a decir verdad, aunque los jueces de Puerto Rico son, como regla general, incorruptibles, el pasado ha demostrado excepciones, pues ha habido jueces que han sucumbido a la tentación del dinero o los cargos y han terminado presos o destituidos. Ahí está el ejemplo del juez de Aguadilla que vendió su alma al diablo por un puñado de dólares y la promesa de un nombramiento al Tribunal de Apelaciones. Terminó en la cárcel federal.
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