Empujar, del latín tardío impulsare, nos dice Moliner, “frecuentativo de impellere y este de péllere, mover”, se ha puesto muy de moda en estos días. Y no es para menos; todos queremos empujar o darle un impulso a la economía. Empujar es muchas cosas: “dar a alguien o a algo un golpe con el que se le obliga a moverse, empujar la puerta para que se cierre”, son ejemplos de Moliner. Y como usted bien sabe, dependiendo del contexto en que se empleen, las palabras pueden tener sentidos distintos. Por ejemplo, empujar puede ser impulsar a alguien a hacer algo, como cuando “su familia le empuja a que se case”. También está empuje, que es esa “actitud extraordinaria de alguien para desenvolverse en la vida”. Empujón, en cambio, bien puede ser un golpe brusco, o un progreso notable como en “hoy le he dado un buen empujón al proyecto”. Si es a empujones, pues se trata de todo lo contrario, como en “vamos a empujones”, queriendo decir que estamos enfrentando dificultades. El contexto lo es todo, como cuando de madrugada se le quedó el carro bajo un aguacero a un borracho, quien vociferaba:
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