Nos enfrascamos. No en el sentido de envasarnos en un frasco (el otro “significado” de enfrascar). Nos enfrascamos en asuntos, dice Moliner, y nos entregamos a una cosa con todo nuestro interés. En fin, que son muchos los enfrascados en estos días (especialmente los políticos, muchos a destiempo)... Pero regresando a los hablantes, nos enfrascamos en conversaciones, hacemos inferencias y concluimos cosas, basándonos, no solo en lo que nos dicen, sino también en nuestras creencias sobre algo para lo cual no tenemos prueba ni certeza. Pensamos que sabemos lo que la otra persona quiere decir. Pero lamentablemente eso no siempre es así. Nada, la mayoría de las veces nos entendemos sin dificultades como en los ejemplos de Fromkin, “hace calor aquí”; y “yo no me acuesto con tu esposa”. El que escucha asume que 1. le han pedido que abra la ventana; 2. que el fulano sí se acostó con la esposa (ejemplos de Fromkin). Esas inferencias, nos dice la autora, se conocen como implicaturas: “las deducciones que hacemos de lo dicho, sumado al contexto”. Las implicaturas se basan en cosas que damos por ciertas aunque no nos consten. Ya sabe, enfrásquese con cuidado pues enfrascar también está emparentada con ¡fracaso! ¿Qué tal si, en vez de fracasar, nos enfrascamos todos en algo positivo que adelante al País? Enfrásquese para bien. Ya está bueno de discursos apocalípticos. Usted sabe lo que quiero decir.
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