OPINIÓN
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Hacia una ética del futuro

La profesora María de Lourdes Lara argumenta sobre la importancia de un cambio que permita preservar un futuro habitable para la humanidad

31 de mayo de 2019 - 1:00 AM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.

Ya estamos construyendo la catástrofe del futuro en las acciones que estamos haciendo o dejando de hacer en el presente y con poca consciencia de ello. El presente que vivimos y sufrimos es diseño y producto del pasado. Estamos reaccionando a modelos que con esfuerzos o desaciertos construyeron la débil o fuerte democracia y el estado de equidad o desigualdad para unos y otros. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 y la de los Derechos Universales del 1948, en los que hoy evoluciona parte de la humanidad, fueron obra de millones de ciudadanos que, a través del mundo, dieron sus vidas para adelantarlos a las próximas generaciones. La mayoría de ellos no los disfrutó y quizás pasaron una o más generaciones para que sus nietos o bisnietas empezaran a crecer en sociedades más justas, libres del discrimen por su origen, su género, sus ideas, su credo religioso o político; mejor educadas y con un porvenir a la medida de su trabajo, de su dignidad como ser humano. Cientos de años forjando sociedades de Liberté, Égalité y Fraternité. Igualmente, una gran mayoría de ciudadanos en el mundo, sufre y muere en sociedades que centraron sus luchas en mantener estados teocráticos, fascistas, salvajemente neoliberales. Destruyeron a los muchos en favor de unos pocos. Hoy, acaparan los recursos naturales, contaminan el aire y el agua potable y vacían sus desperdicios en los océanos. Durante un tiempo, estas sociedades parecían estar localizadas en estados separados; señalándolas en el mapa, con pena o repudio. Nada que ver. Esa capacidad de Eros (vida) y Tanatos (muerte), forma parte de cada ser y nos garantiza ambas opciones: la de construir/nos y la de destruir/nos. Los humanos convivimos en los mismos espacios y lo único que nos diferencia es la capacidad de asumir responsabilidad por corregir lo que nos hace daño y potenciar lo que nos permite vivir en paz.

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