Haití: la nefasta historia de la intervención extranjera
Haití tiene unas de las historias más interesantes de la región caribeña: Desde la rebelión de esclavos en contra del colonialismo francés, su población nunca fue perdonada por su liberación.
Esta fue seguida por años de sanciones, pago de la deuda por su liberación, control de su economía por fuerzas extranjeras y la explotación de sus recursos naturales para la exportación. Solo una minoría se benefició de la riqueza producida y la corrupción impide su gobernabilidad, haciendo que sea considerada por la comunidad internacional como un País Menos Desarrollado. Esto exime a Haití de las reglas del comercio internacional y la posiciona para recibir “ayuda oficial al desarrollo” en sus relaciones económicas y políticas internacionales.
Según reportan los medios, la isla vive una crisis humanitaria, por lo que ha resurgido la discusión sobre una nueva intervención extranjera en la isla para imponer orden ante motines y choques entre gangas y la Policía. Pero en ambos casos, y como la historia demuestra, la ocupación de Haití por fuerzas extranjeras termina con malos resultados, siendo la población civil quien más sufre las consecuencias.
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La más reciente fue la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), la cual es una de las misiones de mantenimiento de paz más desastrosas y un estudio de caso ante la resolución de conflictos internacional, precisamente por el nivel de mal manejo hecho por las fuerzas extranjeras.
A petición de la Comunidad Caribeña (CARICOM), de la cual Haití es miembro, el Consejo de Seguridad (CS) de NNUU sancionó la intervención. Las tropas llegaron en 2004, a raíz de la inestabilidad ante el segundo golpe de estado contra el gobierno de Jean-Bertrand Aristide (el primer siendo en 1991).
Durante el tiempo que MINUSTAH operó, sus contingentes fueron acusados de violaciones de derechos humanos, sexo con menores, represión política a los seguidores de Aristide, e inclusive, introducir una epidemia de cólera con un derrame de aguas residuales proveniente de una base de la misión en un río utilizado por la población, lo que llevó a miles de muertos y enfermos.
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La misión era predominantemente dirigida por contingentes brasileños, que, durante el primer mandato del actual presidente Lula da Silva, quería un rol mayor en los asuntos internacionales y buscaba una silla permanente en el CS de NNUU. La misión, la cual mandato evolucionó de acorde con las NNUU, culminó en el 2019.
El panorama social haitiano se exacerbó después del asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, entrando el país en una nueva crisis política. Esto se complica con el gobierno actual del presidente interino, Ariel Henry. Debido a la falta de elecciones legislativas y acusaciones a Henry de estar envuelto en el asesinato de Moïse, la inestabilidad se ha disparado entre manifestaciones populares y choques entre la policía y gangas dejando un número de víctimas.
Desde el pasado noviembre se ha pedido la reintroducción de fuerzas de paz internacional, un llamado del secretario general, António Guterres, CARICOM y en la recién cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Estados Unidos redactó una resolución ante el llamado de Guterres, pero la administración Biden descarta liderar una nueva misión con tropas de EEUU, la cual ha invadido a Haití ya innumerables veces en su historia. Brasil tampoco parece muy entusiasmada de repetir la misión de MINUSTAH.
Sin duda, la verdadera manera de apoyar al pueblo haitiano es a través de su empoderamiento y apoyo desde las bases comunitarias. Un tema que se debe ampliar como verdadera alternativa ante un contingente de fuerzas extranjeras, que ya tiene una historia nefasta en el país.
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