

Haití ya estaba sumido en un estado generalizado de extrema precariedad, cuando en enero de 2010 un terremoto devastador, de magnitud 7.3, acabó con más del 75% de la frágil economía que funcionaba en ese momento. En un país que en ese momento tenía 9.8 millones de habitantes, el balance de lo ocurrido no tiene parangón en nuestro continente: murieron cerca de 320,000 personas (todavía no hay una cifra definitiva de la mortandad); 360,000 sufrieron heridas de distinta peligrosidad (cerca de la mitad de este número sufrió heridas graves o muy graves); alrededor de 1,600,000 personas vieron sus casas derrumbarse con todos sus enseres adentro.
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