Opinión
Explica ideas y extrae conclusiones basadas en la interpretación de hechos y datos.
Cuando Daniel Goleman publicó su libro Inteligencia Emocional, en 1995, un gran paradigma cambió. Hasta entonces, se nos había inculcado que lo importante era la capacidad cognitiva, las notas, los diplomas, el coeficiente intelectual. Pero en la práctica, conocía a demasiada gente de alto I.Q., pero peligrosamente torpe en sus emociones: incapaz de mirarse por dentro, de reconocer el dolor ajeno, de dialogar sin imponer, de perder sin destruir, de convivir sin aplastar.
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