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H. G. Wells tiene que estar muerto de envidia. Primero, porque la demagogia eleccionaria parece haberle dado la razón a su novela más famosa, La máquina del tiempo (en la que, en un futuro lejano, los monstruos proletarios llamados Morlocks se comen, vivos y sin cocinar, a los viejos capitalistas llamados Eloi) y, segundo, porque Jenniffer González acaba de inventar una máquina del tiempo mucho más efectiva.
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