Al fin y al cabo, lo importante no es padecer, sino compadecer; aceptarnos y ponernos en actitud de servicio, curando la envidia, sin hacer ostentación ni ensancharse como dominador, escribe Víctor Corcoba Herrero
Al fin y al cabo, lo importante no es padecer, sino compadecer; aceptarnos y ponernos en actitud de servicio, curando la envidia, sin hacer ostentación ni ensancharse como dominador, escribe Víctor Corcoba Herrero
Hace tiempo que hemos enfermado, por la ausencia de amor, entre análogos. Esa es nuestra principal crisis, la que nos golpea en cualquier instante y por doquier. Únicamente nos movemos al dictado de los intereses del mercado, hasta el extremo de ser una pieza más del entramado de los negocios insaciables y corruptos. El dicho de “según lo que tienes así vales”, es la materialidad palpable. No se puede caer más bajo. Apenas nadie acompaña a nadie en los sufrimientos. ¡Qué difícil resulta soltar una lágrima por alguien! Se acrecientan los devotos del egoísmo y aumentan las divisiones. Los corazones son más piedra que latido y asistimos a una contienda de absurdos entre semejantes. Todo se compra y se vende, nada se dona, ni una mano tendida ni tampoco una caricia de perdón. Florecemos así de estúpidos. No hay nada en el astro más peligroso, que desmembrarnos de lo que somos y cultivar la maldad entre nosotros.
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