

Todavía me acuerdo como si fuera ayer. El exvicepresidente Al Gore estaba dirigiéndose al público del Estado Mile High en Denver. Prometía ser un discurso épico de aceptación en la primera convención presidencial llevada a cabo en un estadio al aire libre (para que cupieran las decenas de miles de admiradores del entonces senador “junior” de Illinois). Cuando por fin conseguí asiento justo frente a la tarima, me dio hambre y salí un minuto a comprar un “hot dog”. Regresando a mi asiento me di cuenta de que habían cerrado la entrada y hasta a delegados que se suponía fueran el público principal no los dejaron entrar.
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